Título Random [Gabrielle]

Otro día, otro escondite para Feliciano. Lo malo de haber estado durante todo ese tiempo en el hospital, ya se le iban acabando los lugares seguros. Las salas de operaciones lo aterraban, la biblioteca era muy grande y vacía, la morgue quedaba muy lejos.

Lo único que le quedaba era, quizás, algún despacho desocupado. De esos abundaban últimamente en el hospital. Tenía visto varios consultorios vacíos, pero bastante bien amueblados, por lo que le parece bien ir y dormir una siesta en uno de esos. Total, esos lugares hacía meses que no estaban siendo usado por los médicos, que, o no aparecían, o directamente no existían en el hospital.

El despacho que eligió fue casi al azar entre los que sabía que estaban vacíos. Cuando estaba aburrido se ponía a recorrer el hospital, tratando de evitar que lo encontraran, así que sabía cuales estaban en uso y cuales no. Ese del forense no era la excepción. De cualquier manera ¿Quién iría a consultarle a un forense? ¿Un suicida, quizás? Bien, no importaba. Lo que si importaba era que su sillón, en el cual Feliciano se sentó y acurrucó a penas lo vio, era suave y confortable. Probablemente volvería a ese lugar más de una vez.

¡Qué día más atareado! un accidente de auto, cadáveres, hermosos cadáveres completamente destrozados a los que el había devuelto la vida, ¡qué hermosos se habían vuelto bajo sus manos! La cicatriz de la anciana de cuando –de manera completamente accidental- le había rebanado un brazo, ni siquiera se notaba. Pero ahora seguía la parte fea de su trabajo, esa que odiaba con su ser, si; la aborrecía: El papeleo.

Ahora caminaba hasta su sala de consulta (ni siquiera sabía para que demonios la tenía, iban a ir los suicidas a consultarle? Los zombies? ) para buscar la carpeta en la que habría de anotar todo. Se había duchado y cambiado, y ahora en vez de ese olor medicinal a embalsámicos y alcohol mezclado con carne muerta, Gabrielle desprendía un ligero olor a Champú.

Entró a ese –horrible y blanco- lugar con toda tranquilidad, topándose con la preciosa figura durmiente de un paciente en uno de los sillones, no era un cadáver pero aun así tenía unos deseos enormes de levantarlo y hacerlo bailar con el, Oh! Nossum Andrei Farfallone Amoroso~ - Hey, querido – llamó, agachándose para acariciarle la cabeza – qué estás haciendo acá?

Su siesta se ve interrumpida momentaneamente al sentir un suave toque en su cabeza. Se sentía bastante bien, podría seguir durmiendo tranquilamente si quien quiera que lo estuviera acariciando continuara.

Sin embargo, la pregunta logra despertarlo del todo. ¿Quién sería el que le hablaba? Quizás... Un fantasma, o uno de los demonios que habitaban en el hospital. La sola idea hace que se despabile y se acurruque en el sillón, buscando refugio.

Su mirada va como temerosa hacia el que recién había llegado.¿Ese señor era el forense? La verdad... Creía que el forense se vería más aterrador, con una bata teñida en sangre, y con olor a muertos y podrido encima. Pero al contrario de lo que imaginaba, estaba bien, se veía bien, y desprendía un rico olor a champú.

-V.ve... - Dice, mientras se frota los ojos, para poder mirar mejor al hombre. No parecía enfadado ni mucho menos. - Lo siento... - Murmura, a la vez que bosteza - Sólo buscaba un lugar dónde no viniera mucha gente para... - Huir de sus medicinas- Dormir mejor... Las camas del hospital son muy incómodas... Ve...

Ya veo – sonrió bastante enternecido, la vocecita del paciente se le antojo adorable, y más aun ese tono adormilado con el que hablaba, hubiera deseado que siguiera durmiendo tan adorablemente como antes había estado haciendo, antes de que el le interrumpiera, claro.

Se incorporó, pues, yendo a su escritorio a por algunos papeles, desordenando sus cosas – no deberías estar aquí, que tal si te pasa algo y nadie puede encontrarte? La oficina de un forense no es el mejor lugar para ocultarte. ¿ no quieres que te vean los médicos? – dejó los molestos papeles en el escritorio, odiaba el papeleo con su alma, le quitaba todo el hermoso sentido artístico a su trabajo. Regresó entonces la mirada al castaño, sonriéndole amablemente, no quería aterrarlo, y había tenido suerte, estaba limpio y recién cambiado. Si el menor hubiera estado ahí en la mañana cuando Gabrielle había ido a buscar agujas de sutura, se hubiera aterrado de él y del brazo que llevaba consigo para que no escapara.

Acarició su cabecita una vez más, sin borrar su sonrisa – tengo que trabajar en algunas cosas ahora mismo, pero puedes quedarte acá si quieres, y si te llega a pasar algo, estás conmigo, yo puedo ayudarte. ¿Cómo te llamas? – Acomodó algunos de sus papeles, haciendo un puchero, no quería hacer el jodido papeleo! – Soy Gabrielle – añadió – puedes decirme Gaby o Gabu~

Vuelve a bostezar y a frotarse los ojos, el hecho de que el hombre no lo hubiera regañado ni nada por el estilo lo ayudan a mantenerse relajado.

Lo sigue con la mirada, levandandose y dándose vuelta sobre el asiento para no perderlo de vista. ¿Por qué? No estaba seguro, sólo quería ver lo que hacía. Baja la mirada unos momentos... Al final si lo estaba regañando. ¿o lo estaba aconsejando? - Ve... No, no quiero... - Dice, con un pequeño puchero - Pero... Aquí no suele venir nadie... Es la idea de esconderse, no? - Pregunta un tanto curioso.

Aprovecha la caricia para abrazar al hombre por el cuello, antes de que se escapara a ordenar sus papeles. Le había gustado el hecho de que se preocupara por él y que además lo dejara quedarse sin tener que suplicar o llorar un rato.

-Ve... Gabrielle... Soy Feliciano... - Dice sonriendole y dándole un beso en la mejilla antes de soltarlo - Gracias por dejar que me quede contigo... - lo mira unos momentos, pensando. - ¿Podré quedarme aquí cuando te vayas...?

Se dejó abrazar sin ningún problema, pasando una mano alrededor de la cintura del menor para asirlo – claro que puedes quedarte, pero tienes que tener mucho cuidado y si te sientes mal tienes que decirle a alguien, de acuerdo? – con la mano que tenía en su cintura, Gabrielle acarició la cabecita del italiano, aun sonriente.

Acomodó unos cuantos papeles, aceptando los besitos del menor, ¡que tierno se le antojaba en esos momentos! Depositó unos besos en la frente del castaño, no podía evitarlo, era como si toda su persona le invitara a mimarlo y darle cariños.

Terminó de leer sus papeles, anotando un par de cosas completamente aburridas. No detalló los datos, eran demasiado tediosos e irrelevantes, que le importaba a la familia el número de suturas que se le hizo al cadáver o el nivel de putrefacción? Importaba que se vieran hermosos para el funeral y lo demás sudaba.

Dejó caer su cuerpo, recostándose en el sofá. Odió el papeleo más que nunca.

Había jalado a Feliciano consigo, y ahora el italiano estaba casi encima suyo, pero eso no le importó mucho, se veía lindo desde arriba y desde donde estaba, además no le hubiera importado verlo dormir mas de cerca, ¡qué infinitamente tranquilo y hermoso se veía cuando dormía!

Asiente a las palabras del doctor. El avisar a alguien no sería problema alguno para Feliciano, que en cualquier situación de peligro gritaría de manera tal que incluso en el exterior del hospital se escuchara.

Mientras el hombre seguía con su papeleo, Feliciano simplemente se dedicó a mirarlo, sin molestar. No sabía demasiado de que se trataba el papeleo del hombre, pero lo más seguro era que no querría leerlo. NUNCA.

Luego de un rato, volvió al sillón donde él estaba, solo para arrastrarlo sobre él. -Veee... - Dice, mientras apoya la cabeza en el pecho del pelirrojo, abrazandolo por el cuello y acomodándose sobre él - Gabriel... eres muy cómodo...- levanta la mirada sonriendole, acercandosele nuevamente para besarle la mejilla y luego esconder su rostro en el cuello del mayor - Ve... Me dan ganas de quedarme dormido encima tuyo...

Le miró extrañado, que raro era el comportamiento de aquel italiano! Sin embargo no llegaba a incomodarlo del todo… no, a decir verdad era bastante cómodo tenerle así. Dejó entonces sus papeles de lado, si el menor quería dormir con el entonces no se opondría, era una excusa espléndida para dejar ese horrible papeleo de lado! Y el pequeño italiano no era nada desagradable, a decir verdad; era una cosa bastante adorable.

- puedes dormir encima mio si es lo que quieres~ - se echó en el sofá, acomodándose y jaloneando al menor consigo para acomodarlo en su pecho, dejándolo acurrucarse como se le viniera en gana. Todo de él le resultaba adorable, simplemente adorable! Y, ah! El tenía debilidad por lo que era adorable.

No pudo evitarlo y acarició con el pulgar diestro la boquita del castaño – pareciera que te gusta mucho dar besos, cierto? – susurró sonriéndole amable y dulcemente. Si, lo primero era ganárselo, Gabrielle Dulac no forzaba a nadie, nunca~ Le permitió volver a acomodarse si quería, sonriente y galante como siempre estaba; mirándolo cariñosamente desde abajo.

Pasó una mano traviesa por la espalda del menor, acariciándole desde los hombros hasta la mitad de la espalda, pasando un dedo por su cintura, haciendo figuritas juguetonas con el digito, pronto la otra mano se le unió y ambas se aferraron a la cintura italiana, no iría rápido hasta no ganarse su confianza.

Es feliz, simplemente feliz. Y es que tenía mucha suerte de haber encontrado a alguien que lo mimara como a él le gustaba. Amaba el contacto físico y el calor humano, y ciertamente el doctor Gabrielle se lo estaba dándo sin rechistar. Ojalá el hombre fuera su doctor, y no esa gente poco amorosa que había por el hospital.

Deja que acaricie sus labios, aprovechando también para besar el dedo que hacía ese trabajo. Inmediatamente se ruboriza un poco ante el comentario del mayor, ya que justamente estaba haciendo lo que el hombre había observado. Más allá de eso, le sonríe, aún con sus mejillas coloradas, asintiendo.

-Veee... Claro que me gusta... - Le dice un poco apenado - Los besos son muy bonitos... - Y los besos que el argentino le había enseñado a dar eran aún más bonitos, pero no podría decirselo al doctor. El chico le había hecho prometer que no le diría nada a nadie. - ¿A tí no te gustan? - Le pregunta con leve curiosidad. Antes hubiera creído que no existía gente tan rara en el mundo que no le gustara besar, pero en el hospital aprendió (a los golpes) que eso no era así.

Cierra los ojos con expresión relajada al sentir las manos del pelirrojo sobre su espalda. Ahh... las caricias son tan lindas, aunque era una lástima que no lo hiciera directamente sobre su piel. Ya se había dado cuenta de que eso se sentía aún mejor.

Cuando el mayor se detiene en su cintura, lo queda mirando unos momentos, con sus ojos entreabiertos, haciendo un leve pucherito - Ve... ¿No segurás acariciandome...? - Pregunta, aunque más que una pregunta era un reclamo.

Sencillamente no pudo evitar un puchero enternecido, por que no había visto antes a aquel paciente tan infinitamente adorable! Había muchas personas que amaba observar en el hospital, las reacciones humanas eran, después de todo, su hobby favorito. Y las de este italiano le cautivaban en sobremanera. Sentía unas ganas infinitamente incontenibles de mimarle todo el día y llenarle de palabras lindas y besos.

– Claro que me gustan los besos...¿Qué clase de besos te gustan a ti, querido? - le jaloneó un poco, volviendo a acariciarle la espalda con la misma delicadeza de antes, pasando tentativamente los dedos directamente sobre la piel de su cintura por la pequeña aberturita de la espalda que la batita de hospital tenía. Sus manos comenzaron pronto a dibujar figuritas ahí.

Estiró el cuello para dar un besito en la barbilla del menor, mordiendo despacito y delicado para no asustarle, no creía que se sintiera incómodo pero tampoco quería perturbarlo o confundirle yendo muy rápido. Esperaría su aprobación para todo. Ya lo había dicho antes, lo primero era ganárselo. El nunca forzaba a nadie.

Sonrió al italiano, riéndose un poco contra la piel de su frente y mejillas que iba llenando de besos – puedes mostrarme que clase de besos te gustan si no quieres decirlo, no te haré decirlo si te da mucha vergüenza~ - le murmuró dulcemente, sin borrar esa confianzuda sonrisa bonachona que le inspiraba confianza al menor.

Ríe suavecito con las caricias del pelirrojo sobre su espalda, sintiendo también que su piel se erizaba con ese accionar.

-Ve... - Se lleva un dedo a la barbilla, mirando con expresión pensativa hacia arriba, sonriendo un poco por lo lindo que sentía los dedos del hombre sobre su espalda- Pues... pueees... - sigue pensando, aunque su capacidad de concentración (Que desde ya, no es demasiada) se ve corrompida por el beso en su barbilla, seguido de unos suaves mordisquitos. - Aahmm...- suspira relajado, ante eso. - Me gustan todos! - termina por concluir, mirandolo con expresión feliz en su rostro.

Su sonrisa se mantiene intacta mientras escucha al hombre y ve su rostro sonriente. Le inspira confianza y está siendo muy dulce con él. Desalmado ¿Por que se habrá dedicado a tan espantosa especialización? Podría tenerlo a él como médico incluso. Un pucherito le cambia la expresión a una de leve tristeza al pensar en eso, pero enseguida se le pasa con los besos que el otro le está dando - Ve... - dice, medio entre risas - Esos que me estás dando me gustan mucho... -lo mira - Tus labios son muy suaves, no pares! - medio reprocha. Tiene un impulso de besarlo en la boca también, e incluso se acerca un poco más para hacerlo, pero con el golpe recibido por parte del enfermero noruego, mejor ser un poquitín más discreto con ese asunto.

Volvió a sonreír por la petición, besando una vez más su pequeña barbilla y atreviéndose a bajar un poquito más hasta su cuello, dejando una marquita delicada y casi imperceptible debajo de su quijada. Se le antojaba irremediablemente tierno con esa carita adorable y esas expresiones demandantes de cariño, simplemente adorable! Paseó los dedos por su espalda por un ratito más antes de ir directamente hasta su nuca y acariciar los cabellos de ahí, enredándolos en sus dedos.

Feli se le antojó aún mas tierno cuando se erizó, y los pucheritos de su carita simplemente le hicieron querer apretarlo en sus brazos y no soltarlo nunca. Sin embargo se controló lo suficiente para seguir dando besitos por su rostro hasta que se percató de la discreta intención del menor, que no le pareció más que oportuna, no le molestaba en absoluto la idea, pero para nada~

Sigo dándote besos – alargó entre risas, besándole las mejillas y dando un par de besitos directamente en las comisuras de sus labios, antes de tomarle del mentón con suma delicadeza para permitirle apartarse si lo deseaba, y besarle directamente en la boca. El brazo que conservaba libre se cerró alrededor de su cintura mientras sus labios acariciaban los del italiano con la mayor suavidad que conocía, sin querer ser rudo desde el principio.

Estrujó su cintura con la mano libre, acariciando un poco y atreviéndose a morder su labio inferior con suavidad antes de separarse solo lo suficiente para dejarle apartarse si eso quería o volver a besarle si en cambio no encontraba eso incómodo o desagradable.

Cierra los ojos, todavía feliz de que le estén dando tantos mimos. Los besos de ese doctor eran realmente bonitos y suaves y todo! Y le encantaba enormemente que así fuera.

Emtreabre un poco los ojos cuando lo toma del mentón, apenas dejando ver su color miel y luego volviendolos a cerrar, pero esta vez con expresión tranquila, y no boba como la mayor parte del tiempo.

-Ve... - suspira sintiendo las caricias del mayor sobre su cintura, largando un leve gemidito ante la mordida sobre sus labios. - Bésame más.. - Le pide suave, pero no espera a una reacción del otro, sino que lo abraza por el cuello, aprovechando a pasar sus manitas y acariciar su cabello, besandolo en los labios suave. Podría profundizar un poco, no estaría para nada mal hacerlo. Pero en algunos momentos recordaba que había algo llamado timidez.

Nunca hubiera podido negarse a los pedidos del pequeño italiano entre sus brazos, era simplemente demasiado! no podían pedirle que se detuviera a pensar en sensates y moral médica cuando el castaño había pedido que lo siguiera besando, cuando hablaba con esa vocecita adorable y se estremecía despacito por sus caricias. Correspondió el beso del italiano, esta vez haciendolo un poco más intenso, solo un poco. Si era voluntad de Feli, el lo haría mas intenso, pero mientras no mostrara señales de quererlo se mantendría al margen.

Sus manos no se quedaron quietas, y tan pronto obtuvieron aprobación del cuerpecito del castaño, se inmiscuyeron dentro de la batita para acariciarle suavemente. Se pasearon por su cintura y por sus caderas, haciendo figuritas en su espalda con extremo cuidado, como si el menor fuera algo frágil que pudiera romper. Y no era para menos, era un poco paranoico con respecto a los pacientes vivos, siempre se veían frágiles en sus manos.

Mordió suavemente su labio inferior, abriendo la boca para darle acceso a su lengua. Le acercó un poquito más a su cuerpo, y por mero reflejo le separó un poquito las piernas, lo suficiente para colar una pierna entre ellas. Sus caricias y besos no se detuvieron ni cuando flexionó levemente la pierna que tenía entre las de Feli, haciendolo acercarse más aún a su boca.

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