Masitas y café~ [Richelle]

Había sido una larga mañana. Quería un descanso. Había muchos lugares dónde podría tomarselos, pero realmente no tenía intenciones de ser molestada. Ni siquiera en la morgue la dejaban en paz, aunque la chica que irrumpió con su momento a solas no había sido muy desagradable. Su última y mejor opción (Y sin duda la más grata), era con la Directora del hospital.

Lo duda bastante, antes de decidirse a ir al despacho de Richelle. No le gusta molestarla, por más que sabe que no hay demasiado problema en pasarse de vez en cuando. Aunque, cómo no le gusta la idea de llegar con las manos vacías al ver a su superior y admirada mentora, hace una salida rápida del hospital para comprar algunos dulces de la pastelería para compartir con la mujer.

ofrenda:

Se queda unos momentos en la puerta de la oficina de la directora, pero después de meditarlo suspira y golpea, esperando con un imperceptible ataque de nervios a que la mujer abriera, o por lo menos preguntara desde el otro lado quien era o le dijera que podía pasar. Mierda ¿Por qué siempre se ponía así cuando se trataba de la doctora Edelstein?

Era raro; no, no, era… lindo. Richelle nunca había sido de esas personas que se sentían más que otras por tener algo, menos por el poder de ordenar a otras. Siempre se había considerado alguien recto y ordenado, una mujer con fuerza, pero a la vez con un amplio sentido del orden y decencia que le impedía alegrarse por cosas como su puesto o derivados. Ella… solo era feliz; no gritaba orgullosa, ni se lo sacaba en cara a medio mundo, pero lo era.

Sin embargo aún le acobardaba salir de la oficina. Era difícil tener que ir a los patios y toparse con sus anteriores colegas, ahora empleados. No se podía sentir “jefa” de algo… aún se creía una medico normal que necesitaba que la ordenaran; necesitaba a alguien controlando todos y cada uno de sus movimientos. Se sentía perdida sin eso…

— Ya voy… —alza en voz baja al oír unos golpeteos en su puerta, poniéndose rápidamente de pie y acomodando la larga cabellera castaña detrás de uno de sus oídos. Ya está; no más dudas—. ¿Señorita Erika? —preguntó, sonriendo al acto. Le haría bien la presencia de su estudiante por excelencia con ella, al menos por un rato—. ¿A qué se debe su visita? –y le invitó dentro, sonriendo con cortesía a cada momento.

Sopesa la idea de darse la vuelta e irse a pasar el tiempo en otro lugar. ¡Pero claro! ¿En qué momento se le ocurrió que sería apropiado molestar a la austriaca sólo porque ella estaba con un pico de estrés (?)? Pero tampoco estaría bien darse la vuelta e irse después de haber golpeado. Seguramente lo tomaría como una broma de mal gusto. Por todos los dioses escandinavos y algunos griegos ¿En qué estaba pensando?

Antes de poder seguir autoatormentandose con sus pensamientos, la mujer ya había abierto la puerta. Bien, ya estaba ahí.

A decir verdad, el que la castaña hubiera sonreido la alivia por un momento. ¿Estaba bien que sonriera? Pues claro que estaba bien. El hecho de que ella prácticamente no pudiera sonreir no significaba que la mujer pudiera hacerlo. Y ciertamente se veía mucho más bella de esa manera... ¿¡En que carajos se está fijando!? Aunque quizás estaba sonriendo por mera cortesía. ¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda! Mejor hablar rápido y saber si estaba molestandola o no.

-Señorita Edelstein... - Dice con su acostumbrado tono suave y ligeramente distante, y sin mostrar un ápice de los perturbadores pensamientos que recorrían su cerebro en ese instante. - No le mentiré, quiero pasar aunque sea unos minutos tranquila... Ahora que me tomé unos momentos de descanso. - Responde, mientras se quita un poco el flequillo del rostro y mira hacia abajo - Si no le molesta... me gustaría pasarlos con usted. - rogando interiormente no haberse sonrojado diciendo lo último. - Uhm... Si está ocupada puedo ir a otro lugar... - Concluye levantando la mirada, y tratando de encontrar un punto en el rostro (o el resto del cuerpo) de la mujer el cual no la haga perderse de nuevo en su mar de pensamientos.

Se sabía dentro del hospital que ella no era… la persona más amable del mundo; por así decirlo, por lo cual consideraba que la repentina visita de su alumna era una prueba grata de valor. No era como si a ella no le gustaran las visitas, pero el repetido mal humor que solía mostrar dejaba mucho que desear a la que debería ser su hospitalidad. Debería comenzar a cambiar esa imagen… ¿Qué mejor manera de empezar que con Erika como acompañante?

Deslizó elegantemente su cuerpo a un lado, acomodando sus gafas con gala antes de meterse dentro, volviendo a la cafetera que hace poco había llenado—. Adelante querida; no estoy ocupada… solo un poco de papeleo encima, pero eso no impedirá que pueda conversarte si deseas hablar —soltó, sonriendo a todo momento. Bajó el calentador de la cafetera, solo por si acaso antes de volver a su puesto, sentándose en la enorme silla de la ahora directora del hospital, mirando a su alumna con algo de orgullo… ¿Para qué ocultar lo feliz que se sentía?

— No habías venido hace mucho… —dijo encogiéndose ligeramente de hombros, solo por colocar un tema de conversación—. No estés nerviosa… —su cabeza se ladeó un poco, mientras sus ojos bajaban curiosos a examinar a la noruega, casi como analizándole—. Ya he dicho que no me molesta tu presencia —recalcó.

Iba a seguir lanzando alagos y derivados a la joven, solo para que comenzara a soltarse, pero entonces el ruidito de timbre de la cafetera alertó su termino de trabajo, y supo que debía ir a por ella—. ¿Café?

Entra a la oficina cuando la mujer le da paso a ello. Era encantadora y elegante en todos y cada unos de sus aspectos. Hasta su manera de arreglar sus gafas era cautivante (?)

Su vista se distrajo unos momentos de la doctora Edelstein para encontrarse con algo casi tan precioso como ella: La cafetera. Sus dos debilidades en una sola habitación. Definitivamente decidir estar con la castaña habia sido biena idea, aun si no probara una gota de ese delicioso néctar de los dioses, con el solo aroma le bstaba. Mucho mejor que la mugre que había en las maquinas del hospital. Bien, no era algo que debería discutir con la mujer, obviamente había prioridades, como el instrumental para las operaciones y demás.

-Oh... Bueno. - Toma asiento una vez que la mujer ya había hecho lo mismo en su silla, sintiendose feliz y a la vez culpable de interrumpir a la mujer en el papeleo. Era un trabajo tedioso. Ella lo sabía, y al igual que muchos otros de sus colegas, lo odiaba. - Podría ayudarla si está muy hasta arriba de papeles.

Asiente a las palabras de la mujer cuando le dice que hacía mucho que no había ido a visitarla, y maldice por dentro el sonrojo que le provoca el que haya notado que está nerviosa. Aún así, la hace feliz. No todo el mundo tiene esa capacidad extrasensorial para adivinar como se siente.

Títubea un poco antes de poder contestarle, pero el ruido de la cafetera la detiene por unos instantes. Sus ojos brillan ante la pregunta, la cual responde sin pensarlo siquiera - Si, claro... - dice suave, siguiendola con la mirada, y recordando el paquete que había traído - Oh, lo había olvidado... Traje unos dulces. - murmura, abriendo la bolsita y sacando la bandeja con masitas. Seguramente irían muy bien con el café.