Noche de guardia (Suiza)

Bien... nueve en punto. Una hora casi perfecta, en donde la mayoría de los pacientes se habían marchado y los internos cedado... Suspira con placer, luego de un día de arduo trabajo bien ganado. Se pone de pie, mientras piensa en que té va a prepararse antes de ir a dormir.

Consiguió que le dejaran quedarse de guardia, así que no tiene necesidad de marcharse (ya son tres días que no ha necesitado salir del hospital).

Va a la pequeña cocina (por supuesto que es lo primero que exigió cuando le dieron a elegir su consultorio) y llena la tetera de agua que pone a hervir a fuego lento, para tenér tiempo de alistar su cama (poniendo unos cómodos almohadones sobre el diván y unas mantas que trajo de su casa).

Es un estado de paz pura...

Después de un tiempo, todos los lugares se vuelven prisiones.

Quizás era el pasar de las horas que siempre se volvía monótono, quizás era la falta de actividades recreativas o quizás era el hecho de uno esta más limitado que de costumbre. Fuera como fuera, uno tiene mucho tiempo en qué pensar, e, inevitablemente, el pensamiento de querer salir invade a los encerrados.

Vash no gusta de estar encerrado, de hecho, cuando vivía en Suiza salía mucho de su casa, con un rifle a la espalda. Ahora, no tiene nada, ni paisajes de ensueño, ni armas para atacar. Había estado acostado en su cama, tratando de dormir lo más posible, tratando de que el tiempo pasara de forma más rápida, pero con el paso de los días se daba cuenta de que le era imposible estar tan tranquilo.

No entendía muy bien su propia enfermedad y la entendía todavía menos cuando se la explicaban.

Sigilosamente logró salir de su habitación, no tenía una de esas tontas alarmas que alertan a medio hospital de su salida, podía caminar perfectamente.

Ahora debía hallar la salida o fingir que estaba bien. ¿Cómo lo iba a hacer? Usaba aún era horrible bata blanca. Tanteó las salidas, caminó por muchos psaillos, todo estaba muy silencioso y milagrosamente no se había topado con ningún guardia.

Creyó poder salir por una puerta, la abrió.

No era la salida.

Roderich ya estaba con su pijama, terminando su último sorbo de té relajante, para irse a dormir de una buena vez. Ve la hora... las 12 en punto, sonríe y se levanta, dejando la tacita en la cocina y yendo hasta su diván, para finalmente poder dormir y descansar... ¡Ahhh! La vida de profesional es muy cansadora...

Se sienta en su diván, cierra los ojos y planea recostarse, cuando alguien abre la puerta. Suspira con fastidio ¿¡Quién tiene una urgencia psíquica a esas horas!?

-El consultorio esta cerrado... (lo mira y se queda quieto... es un paciente, lo ha visto en alguna parte)

Rayos, se había equivocado de puerta.

Miró al austriaco, ¿no será que era...? Nein, imposible. Se quedó estático sin saber qué hacer o qué decir, simplemente quieto como un conejo.

"El consultorio está cerrado".

Obviamente. No era un tonto, conocía la hora, pero el poco tiempo que había pasado en el edificio no le construía un mapa mental exacto, carraspeó para llamar su atención y así poder disculparse de forma adecuada.

Le extrañó su reacción, ¿no debería estar más enfadado? Lo que acababa de hacer Vash era algo así como invadir su privacidad, el de ojos verdes no puede dejar de mirarle la pijama, no le parece un doctor ni nada por el estilo.

- "Se ve tan normal" - piensa, sintiéndose un poco mejor, pero no baja la guardia y tose un poco -. Lo siento, me equivoqué.

Se queda unos segundos más, esperando una respuesta.

Espera que no haya consecuencias o reprimendas, no puede mirarle a la cara, si hace contacto visual corre el riesgo de delatar su identidad, su campo de visión va del mentón del castaño hasta sus pies.

Frunce el ceño, mientras se pone de pié y busca su bata (no la bata blanca de medico, sino la bata para cuando se levanta de la cama) y se viste con ella, para estar, el menos, un poco más presentable.

-Ash... ¿Qué no ves la hora? Las consultas ya terminaron... (por como el otro viste, puede notar a simple vista que se trata de un paciente interno, por lo tanto, no hay ninguna urgencia) Y además, no atiendo si no tienen cita...

Suspira y evita palmearse el rostro.

Ese tipo en verdad que lo creía retrasado. Pues no lo era.

Frunció el ceño y levantó la mirada para verlo directamente, no iba a comprender nada si no le hablaba directo a los ojos, de inmediato confirmó sus sospechas, sí, era él. Chasqueó la lengua por la molestia.

- La vi antes - buscó con la mirada algún reloj, pero el austriaco tapaba la mayor parte de su campo de visión-. Y no, no quiero una cita, ¿no acabas de darte cuenta de que me equivoqué de sitio?

Suspiró.

Si por él fuera azotaría la puerta, pero sabía que habría consecuencias y quien sabe, hasta las enfermeras podrían intentar asesinarle mientras dormía sólo por molestar al hombre del que están enamoradas. Sí que eran ilusas.

Cuando cruzan miradas, se le queda mirando, bastante sorprendido...

-¿¡Vash...!? Ah... no puedo creerlo... ¿Qué haces aquí...? (cierra la puerta, dejando al otro adentro... No sea cosa que alguien más ande por los pasillos) Cielos, conociéndote... de seguro te hiciste internar para comer gratis ¿Verdad...? (Le dice con sarcasmo, mientras regresa frente a su amigo de la infancia. Lo observa bien, lo ve más grande y... algo cambiado) ¿O es qué comiste algo comprado de segunda mano y te cayó mal...? (por reflejo, va a acomodarse los anteojos, pero cuando se toca el rostro recuerda que no los trae puestos, así que se apresura a pasarse la mano por los cabellos, disimulando su equivocación. Ya sigue hablando, sólo para molestarlo) No será que has estado rondando los pasillos mientras todos duermen para robar comida ¿Verdad? Ah... (vuelve a suspirar, con un exagerado tono de resignación)

Lo mira lo más feo que puede.

- ¿De verdad crees que caería tan bajo como para fingir enfermedad? - lo fulminó con la mirada. Ahorraba, sí, pero no caía en esas, no estaba tan obsesionado con no perder capital como el otro germano, de hecho, él sí tiraba las prendas y las cosas cuando consideraba que su vida útil ya había acabado-. Yo creí que tu ropa estaría más llena de hilos y parches.

En cuanto termina dentro de la habitación, producto de la puerta cerrada, se siente algo indefenso, pero sigue con la mirada y pose de reto. Nunca se dejó ver débil o triste frente al otro, no empezaría por encontrárselo en un hospital.

Suspira y nota su fallo de memoria, sonríe levemente, le ha hecho gracia su error con los lentes.

- Nein - negó seguro de sí -, tal vez crees que haría eso porque tú lo haces, pero yo soy un ciudadano honrado.

¿La comida de segunda mano existía? Ah, nunca la había probado, o era de tercera mano o hecha por él mismo.

-Ah... (frunce el ceño y por un momento parece que va a empezar a gritar, pero guarda la calma, como suele hacer y retoma en tomo calmado) Disculpa, pero es preferible cuidar las cosas caras (resaltando la última palabra) a comprar de segunda mano. Y no, no hay parches en mi ropa, que por cierto la bata fue cedida por el hospital (se da media vuelta, dándole la espalda y va hasta su botiquín, de donde saca café y unas galletas) Entonces vas a decirme que hacías por los pasillos del hospital a estas horas o tengo que suponer? (lo mira, mientras deja las galletas en el escritorio y luego va hasta la cocina para calentar agua)

Lo fulmina con la mirada.

- No es tu problema lo que haga en el hospital, no eres mi doctor, Edelstein - dijo con gran resentimiento al decir la última palabra. Hace mucho que no le llamaba por su nombre, siempre procuraba no hacerlo y si tenía que llamarlo de alguna forma usaría su apellido, nada de acercamientos involuntarios.

Aparta la mirada, tantea las opciones que tiene.

- No lo sé, sería divertido sin intentases adivinar - se cruzó de brazos y le miró con mucha atención. ¿Por qué el otro siempre actuaba de esa forma tan poco... cálida? Sí que había pasado mucho tiempo desde que se conocieron. Desde que fueron amigos.

Arqueó la ceja, ¿por qué come a esas horas? Si caminar es raro, entonces comer lo es aún más.

-Ah... (dice en un suspiro) Adivinar que haces tu aqui es en verdad imposible, eres predecible, pero antes es necesario convivir contigo... Pero dime ¿Has pensado en los gastos...? (sonríe con maldad) No es que te quiera preocupar... pero si no tienes obra social, entonces te costará mucho y... seguramente para ti un plan social es muy caro... ¡Oh... ya está! (escucha el agua hervir, sirve dos tazas y se sienta en su silla) Creo que mejor te sientas aquí conmigo y me cuentas que te ha pasado... tal vez te pueda ayudar...

Dios, no lo había hecho. Hasta esos momentos se había mantenido fuera de eso, ¿cuánto iba a costar su tratamiento? Ya lo habían diagnósticado, faltaba lo otro, que siempre solía ser más caro.

- Bueno, supongo que eso te ayudará más a ti que a mí - dijo. No le iba a hablar del dinero, aunque ese tópico era mucho menos personal que el resto de los temas que habían pasado por su cabeza los últimos días.

Quizás no le quedaba de otra. Además, era muy grosero declarar que no quería hablar de nada. ¿Por qué hacerlo? La vida en un hospital es tan encerrada que aburre. No es para nada especial. Una vida perfecta para una novela barata. Barata porque el helvético no pensaba gastar demasiado viendo porquerías.

- ¿Qué me ha pasado? -se sentó con él-. Muchas cosas. No es como si quisiera decirlas. ¿Dónde debo comenzar?

Lo miró.

- ¿Por mi infancia? - bromeó.

-Tu infancia ya la conozco... (aún parece una frace ruda, usa un tono más bien dulce. Fue testigo de como el suizo bajo la guardia, tal vez sin darse cuenta o porque en verdad lo necesitaba en ése momento. de cualquier forma, hace que automáticamente Roderich baje su propia barrera) Pero cada uno vivencia su vida de una forma diferente, incluso una misma experiencia... (toma su taza y bebe un poco) Somos conocidos de mucho tiempo, pero eso no nos hace íntimos. Asi que, si quieres olvidar nuestra relación y confiarme como un analista, puedes hacerlo. Asi que... si quieres empezar por tu infancia, por mi está bien... Y no te cobraré (Al menos está primera sesión)

- De todas formas, ¿para qué quiero ser íntimo contigo? No me es útil... - escuchó lo del cobro -. ¿A qué viene lo de cobrar? ¿Acaso eres el psicólogo del lugar o algo así?

Como si en realidad lo fuera, pero, si lo era, ¿eso iba a quedar registrado en su historia? ¿En su historia clínica como paciente?

- ¿Quieres que hable de mi vida? -se levantó. Recordando la situación -. Según tengo entendido te ibas a ir a la cama ahora, ¿no? ¿Quieres dormir? Pues ya no te molesto más, de hecho, fue mi error perderme en este hospital, creí que halllaría la recepción antes de la oficina de alguien como tú.

¿Era sólo su entretenimiento nocturno? ¡Pues no lo sería!

- Me atrapaste desprevenido - confesó con la mirada hacia abajo-. Se supone que para mí, tú eres un completo y desconocido extraño. Ah, analiza eso como quieras, Edelstein.

Era la sorpresa de hallarle en el mismo hospital, la sorpresa de encontrarlo... y que no estuviese enfermo.

En lo que llevaba como explorador no se había sentido para nada mal, en ese momento sintió un ligero mareo.

Abre los ojos y luego frunce el ceño:

-Para que sepas, no olvido cuando si eramos intimos y ¡Sí! Soy psicologo del hospital, tengo un sueldo, una oficina y mi hermana de dueña...- dice indignado. Pero se indigna aún más con las palabras que siguen- ¿¡Cómo que un completo desconocido!? ¡Te recuerdo que fuimos muy buenos amigos en el pasado...! Ja... Pero qué me extraña, si personas tan mal agradecidas como tu se encuentran en todos lados...- frunce aún más el ceño y se pone de pié, no va a hecharlo, porque éso sería descortez y él no lo es... al menos no directamente... pero si tiene un largo repertorio de reproches y quejas dispuestos a salir en ese mismo momento... pero se calla al verlo tambalearse un poco- ¿Vash...?

Estúpidos mareos, eso era un síntoma que, según él y lo que había leído, jamás iba a desaparecer, si se cuida mucho quizás no los sufriría, pero odiaba estar postrado en camas y no hacer nada, ese no era su estilo, en lo absoluto.

Se masajeó las sienes, no era nada, ya había sufrido esos mareos muchas veces. Se dejó caer lentamente en el suelo para "aclimatarse" y darle a su cuerpo la oportunidad de descansar.

- ¿Qué? - contestó de mal humor. ¿Qué no se daba cuenta de que se sentía ligeramente mal? ¡Qué molesto resultaba Roderich! Odiaba tener que explicarse siempre, para él las acciones eran mucho más valiosas que las palabras. Se levantó lentamente y lo miró con unos ojos que decían "Te atreves a preocuparte y te mato, aquí, ahora"-. No me pasa nada, es el cansancio, es de noche, ¿sabes?

Suspiró y con los ojos cerrados siguió hablando.

- En cuanto a tus reproches, este es el presente, Edelstein, pensar en el pasado es una pérdida de tiempo.