Vodka con Vodka [Priv. Martín-Erika +18]

No estaba para nada mal hacerlo. Tenía semanas sin recibir ningún descanso. Sólo unos pocos momentos en la morgue, que fueron interrumpidos, y algunos minutos entre turno y turno para beber un café.

En el tiempo que pasaba en su casa, antes de ir al hospital, despertaba con el pitido del despertador de su celular y, normalmente, con un libro sobre la cara y otro tirado al costado.

Pues claro que no estaba mal, estaba en todo derecho de ir a un bar y embriagarse.

Se dió una ducha en el hospital, para ahorrar tiempo, y llegada a su casa se cambió de ropa. Sentía que pasaron años desde la última vez que utilizó su falda, camiseta, chaqueta y medias azules, su gorrito de marinero (con el cual insistían en decirle Donald Duck en la secundaria) y sus guillerminas negras.

Spoiler:

Quizás era un vestuario atrevido, pero más allá de eso, era lo que más cómodo que tenía. Además, no era para nada una ciudad peligrosa. Definitivamente lo más peligroso del hospital se hallaba en la morgue, y aparentemente, al pelirrojo no le iban tanto las mujeres como para que sea un problema para ella.

Recorre un par de cuadras, lo malo de que le gustaran los bares es que estaban asquerosamente alejados de un bosque, o alguna de esas cosas que a ella le gustaban, pero dentro de todo era más seguro. Definitivame era mucho más seguro...

El lugar no era muy de su agrado. La música era bastante suave para su estilo. Lo que sí le llama la atención es el hecho de que tienen karaoke, por lo que ojea la lista de canciones luego de pedirse una cerveza danesa.

No era agradable la idea de que entre la listas de canciones estuvieran esos temas que a ella tanto le gustaban. No sería bueno, por lo menos no después de la tanda de cervezas las cuales estaba decidida a beberse. Pero ya que... No había nadie que la conociera en ese lugar, podía hacerlo sin pudores.

Con el correr de las horas y las cervezas, el bar al principio tranquilo, comienza la hora del karaoke, para lo cual Erika encantada y levemente embriagada pide cantar una canción en finés, alterando completamente el ambiente normal del lugar.

Bueno, era momento de salir a tomar algo por ahí. Ni loco me quedaba en casa una noche tan linda como ésta. Tenía que salir y romperla… tanto como la pudiera romper yo sólo. Ah… deseaba que Feli estuviera conmigo para salir a tomar algo los dos. Aunque algo me decía que no tenía mucha tolerancia al alcohol. Mierda. No puede tomar alcohol por los medicamentos. Tremendo boludo soy yo. Aunque sí me hubiera gustado gozar de su compañía. Dentro de todo era el único con el que había pegado buena onda en mi nuevo entorno; me hacía reír y su ternura me gustaba.

Ni modo, tendría que salir sólo a recorrer las calles de Portugal. Me puse un jean más bien clásico y una camisa negra de mangas cortas. Tomé mis llames y mi billetera y me adentré en las calles de la ciudad. No estaba para nada mal. Así que esto era Portugal. Estaba lindo. Sacaría unas fotos con mi celular pero quedaría como un turista boludo así que mejor no. quizás lo haría mejor en una salida diurna.

Pasé entonces por la puerta de varios bares y algún que otro boliche. No tenía ganas de meterme en el tumulto de gente a bailar. Al menos no todavía, estaba demasiado sobrio. Prendí un cigarrillo y me dediqué a estudiar la puerta de los bares a ver cuál me llamaba más la atención. No quería meterme en ningún antro. Uno de ellos captó más que nada mis oídos. Parecían tener música en vivo. Eso me gustaba.

Entré entonces al bar y me di cuenta que en el cartel decía ser un karaoke. No era muy fanático de esos lugares pero bueno… además ya estaba adentro y me daba flojera volver a salir. Me senté en una mesa y hojeé la carta. Me pediría una cerveza. Sí, sí. Quizás una propia del país a ver qué tal eran. La ordené y luego tocó esperar.

Mi mirada se desvió automáticamente al escenario en donde una muchacha estaba cantand… Dios mio… ¿Era esa?... ¡Erika! Mis ojos se abrieron en grande por un segundo. ¿Qué hacía Erika acá? O sea, podía salir, sí por supuesto pero… no me la imaginaba cantando en un escenario ni en pedo. Aunque quizás lo estaba… recordé entonces mi primer día en el hospital, en donde ella me recibió y me dio un pequeño tour por el lugar. Su cara era totalmente falta de expresión y su manera de hablar increíblemente tajante. Me había caído mal al instante. ¿Será que ahora tendría que saludarla meramente por cortesía? ¿Estaría acá sola o acompañada?

Tal vez… tal vez era momento de dejar de lado un poco los prejuicios y tratar de hacer sociales con la mina. Si bien era claramente mi superior, acá estábamos fuera del trabajo y más allá de todo ella parecía tener mi misma edad. La vi bajarse del escenario y esperé a que su mirada se cruce con mi mesa para levantarle una mano y saludarle con una sonrisa.

Un último grito, agudo, alto y lleno de sentmiento sale de la garganta de la nórdica para cuando termina el tema. Hacía mucho ya desde que había puesto su voz a tan alto volumen. Quien la conociera, tendría miedo de que empezara a escupir sangre por haberse dañado las cuerdas vocales, ya que sus palabras no suelen ir más allá de un tono suave y distante.

Baja por fin, pidiendo a la camarera que pasaba que le trajera otra botella más de cerveza, mientras camina nuevamente a su lugar, y ver que otra canción podía cantar luego.

Para su suerte, el alcohol que ya había tomado había teñido levemente sus mejillas, ya que estás enrojecen un poco más al notar que al fin y al cabo si había un conocido en el lugar, saludandola, por lo que él también la reconoció. El enfermero charlatán.

Suspira, sonriendo de manera imperceptible para el ojo humano. ¿Qué más daba? Estaban fuera del hospital, nada podía decirle, por lo que se acerca.

-Hernández...- Se sienta junto a él, tomando la botella que le habían traído al enfermero, y dándo un trago. - No te preocupes, ahora traerán la mía y te compensaré el sorbo... - Dice, dejando la cerveza en su lugar y mostrando que el sorbo del que ella hablaba fue en realidad un trago largo.

-Cuentame ¿Que tal has pasado tus primeros días en el hospital? - Su tono de voz continúa suave, pero esta vez no es tan distante. Lo que parece imposible de cambiar son sus gestos faciales, tomando la lista de canciones que dejan en las mesas para poder revisarlas.

Levanta la mirada, una vez que se acerca la camarera con su cerveza, para luego volver a pedirle otra. La mujer la mira algo dudosa, pero asiente, después de todo, está dándole buenas propinas.

-Si no te molesta, en unos momentos subiré a cantar otra vez... - Se queda pensativa mientras abre su botella y bebe, para luego ofrecersela al muchacho - Te gusta el metal? Podrías subir conmigo si quieres.

La doctora se me acercó y me saludó por mi apellido. –Hola…- ¿Doctora? ¿Erika? ¿Heyerdahl? ¿Cómo sería propicio llamarla? Doctora no… Erika sonaría demasía informal dado que me llamó por mi apellido, pero a la vez no quería sonar tan formal llamándola por su apellido. Mejor decidí quedarme callado y dejar ese “Hola” como mi saludo. Agarró luego la botella de cerveza que tenía y le dio un trago largo. ¡Atrevida! Y bastante más confianzuda que lo que había sido en el hospital. Ciertamente algo bueno.

-No hay problema- dije luego de una pequeña risilla. Esta vez su voz sonaba algo más suave, poco parecida a la rectitud con la cual me hablaba en el hospital, pero calculé que estaba bien. –Bien… hay que adaptarse como en todo nuevo laburo pero creo que lo estoy haciendo bastante bien- le respondí tomando luego un sorbo de mi cerveza. -¿Usted como se encuentra? Saliendo un poco, ¿No? Está bien, hay que distenderse de vez en cuando- agregué intentando sacarle un poco de charla para que la cosa no se vuelva tensa.

Llegó su pedido y pidió otra más sin siquiera terminarse la que ya tenía. Bastante alcohólica resultó ser la doctorcita. Bueno, no podía decir que no me agradara.

Vi entonces que miraba la lista de canciones para cantar en el karaoke abierto de esa noche. –Oh no, no me molesta para nada. Cantás muy bien, tenés muy linda voz- la elogié y luego tomé la botella que me había ofrecido para cobrarme el trago que me había sacado antes. -¿Metal?- pregunté –Sí, en realidad me gusta de todo un poco pero creo que podría subir a cantar algo- Y dale… total nadie me conoce allá y ya estaba con ella y la había escuchado cantar. ¿Qué más da? Al fin y al cabo había salido para divertirme. Me acerqué un poco más y hojeé la lista de canciones junto a ella.

Se se gira un poco para acariciar el cabello del argentino, como quien acaricia la cabeza de una mascota.

-Hernández... Tu capacidad para hacer preguntas obvias asombra... - le dice al retomar su lugar, esta vez estirandose un poco sobre su silla y bebiendo de su botella - Algo menos obvio sería "¿Sueles frecuentar estos lugares?". Créeme es una pregunta mucho más inteligente. A propósito... Si estoy bien, estoy feliz... No esperaba que un lugar como este tuviera esta lista de canciones. - Su cara no parece muy feliz de todos modos.

Se acomoda sobre la mesa, cruzando los brazos y apoyando la cara sobre ellos, luego de terminar de leer la lista. -No hay ningún tema en particular que pueda cantar contigo... No tienes cara de saber leer alguna lengua nórdica... - Suspira. - A duras penas puedes con el portugués... Pero... - Gira el rostro para mirarlo - ¿Qué te parece si hacemos una competencia de quien aguanta más bebiendo? Es divertido... El que pierde... Paga las bebidas... Se lo diré a la camarera para que nos lo recuerde si estás de acuerdo. ¿Qué dices?

Acarició mi cabello… ¿Acarició mi cabello? ¿Me estaba demostrando una mínima señal de amor? No… capaz era lástima. Qué perra. Y bue, no es momento de andar juzgando. Estamos tomando algo tranquilos. Quizás pueda conocer un poco a la jefecita después de todo.

Ante su comentario de que hacía preguntas obvias solamente sonreí. ¿Qué iba a hacer? ¿Decirle que sí? La pregunta que había hecho no había sido la más inteligente, sólo quería romper el hielo. ¿Estaba feliz? ¿Feliz? ¿En serio? “Che flaca comunicáselo a tu cara” fue lo primero que se me vino a la cabeza. Obviamente no lo dije, a ver si todavía me revoleaba una botella de cerveza –llena- por la cabeza. –Parece un lindo lugar, me llamó la atención, sobre todo porque te escuché cantar. Cantás lindo- le elogié.

Giré un poco la cabeza e hice un gesto símil de puchero a lo que dijo, la verdad es que tenía muy poco conocimiento de “letras nórdicas” como ella decía. Y no tenía muchas ganas de cantar. Aunque todo podía pasar después de unos cuantos tragos. Me gustó luego su idea, hacía tiempo que no jugaba una competencia de tomar. Asentí. –De acuerdo, veremos quién lleva arrastrando a quién a la salida- sonreí de lado y tomé unos tragos bastante largos de mi cerveza llegando a vaciarla. Pedí luego a la camarera algunas más.

Continúa bebiendo del pico de su botella mientras el chico le habla. Nuevamente, su sonrisa imperceptible para el ojo humano hace aparición.

-Hernandez, eres todo un adulador... - le responde ante el cumplido sobre su voz, dejando la botella ya casi vacía sobre la mesa - Seguramente te ganas el corazón de muchas... y a juzgar por tu cara, de muchos también... con ese palabrerío.

Gira su mirada hacia el chico, encontrandose con su puchero por el comentario de los idiomas escandinavos. Dios, se veía tan gracioso. Quizás si se empezaba a llevar bien con él podría adoptarlo como mascota... Que ideas ridículas se le pasaban por la cabeza. Aunque... Con unas orejitas de conejo~ Se sonroja un poco con la idea de lo dulce y tierno que podría llegar a verse el enfermero con orejas de conejo. Y... y... ¡Con un pijama peludo! Ante esta idea se lleva el último trago de cerveza a la boca, para poder controlar el impulso de gritar cual fangirl.

La voz del argentino aceptando su propuesta de una competencia de alcohol la trae de nuevo al bar, alejada, lamentablemente, del conejo Martín.

-God!- Dice poniendose de pie y yendo en dirección a la barra - Recuerda, Hernández, soy de Noruega... - le comenta en el camino, aunque no recuerda haberselo dicho anteriormente - Mi resistencia al alcohol es casi tanta como la de un ruso... A propósito... ¿Crees aguantar una competencia con vodka? - Le pregunta desafiante y alegre, aunque esto último no es notado para el resto de los habitantes del mundo.

Hizo una muy pequeña –MUY pequeña- mueca con la boca. ¿Era eso una sonrisa? Quizás intentaba serlo… no podía saberlo con seguridad. Me dijo ser luego todo un adulador y ganar el corazón de muchas y… ¿muchos? ¿Cómo se había dado cuenta de que era bisexual? ¿Mi cara? ¿Qué tiene mi cara? ¿Tengo un cartelito en la cara que soy bisexual? Bue, igual no me jode, no tengo problemas con eso. Es irónico cómo con sólo mirarme a la cara me sacó la ficha y yo tengo que hacer un estudio de campo para diferenciar una mueca en su cara que indicara alguna emoción. Me sonrojé un poco con su comentario. –Y, uno hace lo que puede- le contesté jugando con mi botella.

Me alarmé un segundo cuando esbozó ese “God!” mientras se ponía de pie. Pero me calmé luego cuando siguió la charla. Me acerqué hacia la barra junto a ella. -¿Así que de Noruega? No conozco nada de Noruega… quizás podría enseñarme algo… algún día si lo desea- me encogí de hombros, recordando lo chinchuda que se había puesto cuando le dije de mostrarle fotos de Argentina en el hospital. -¿Vodka? ¡Amo el vodka! Vodka de sabores, Vodka mezclado con licores, ¡Vodka!- mis ojitos brillaron y le respondía con una sonrisa gigante. Me encantaba el Vodka. No solía tomarlo puro muy seguido pero sería un buen desafío para la noche. –Entonces Vodka será- agregué.

Se sienta en la barra sin esperar demasiado al otro. ¿Qué otra cosa podía hacer sino? Al fin y al cabo lo había retado a una competencia.

- Ahá, es un lindo lugar. - Responde no con mucha motivación ante el comentario sobre Noruega de parte del enfermero. Su país es lindo, sí. Pero ahí están sus padres.

- Bien, Hernández, me alegra que te guste el vodka - Dice, sin alegría en su rostro. - Pero esta vez será vodka con vodka. ¡SEÑOR! - Grita de repente, con su rostro tan acostumbradamente serio, dándole una apariencia un tanto... autoritaria con ese gritito. - Vodka! Vodka para el chico y vodka para mí! - ordena, pasando el brazo por el hombro de Martín - Esta noche veremos quien es más resistente! - concluye, dándo un golpe en la barra.

El hombre, más con miedo que por placer, enseguida deja los vasos frente a los chicos. Y ante la órden siguiente de Erika, también deja la botella, la cual la rubia sirve hasta el tope, para luego beber como si fuera agua.

- Ahhhh... Otra! Otra! - Dice con un tono más elevado, volviendo a servirse, y sirviendole nuevamente al argentino, sin importarle mucho que éste haya terminado o no su vaso~~

Ya en la barra entonces me hizo un mínimo comentario acerca de su país para luego ir a los palos. Y a por palos me refiero a “vasos gigantescos de vodka”. Quizás estaba exagerando. Quizás los vasos eran de tamaño más bien regular pero la bebida estaba fuerte y costaba bajarla.

El hielo ayudaba a que no sea tan tedioso y yo tomaba sin parar porque claramente no quería perder ante la noruega. Dejé que me abrazara sin problemas mientras tomaba casi sin respirar, para luego bajar el vaso y sacudir mi cabeza, sintiendo el ardor de la bebida en mi boca y en mi garganta.

Ni bien volví a abrir los ojos, la noruega estaba llenando el vaso nuevamente a sus gritos de “¡Otra! ¡Otra!” Sonreí ligeramente y volví a tomar el vaso casi de un sorbo y sin respirar. Eso no me iba a hacer bien cuando me levantara y menos cuando tomara aire fresco. Pero no me importaba mucho en ese momento. Ya mis mejillas se enrojecieron a causa del alcohol, y me pedí una cerveza para bajar el gusto del vodka.

Por supuesto a estas alturas ni pensaba en los posibles efectos que pudiera tener la mezcla. Entonces, así seguí: Un vaso de Vodka, unos tragos de cerveza, Un vaso de Vodka, unos tragos de cerveza. Erika lo pasaba como si fuera agua y yo para ser honestos, el hecho de girar mi cabeza para verla ya me mareaba. -¡Dios! ¡No sé cuánto más aguantaré!- dije –grité- riéndome a carcajadas. Acto seguido, abracé a Erika –Jefecitaaa- El alcohol estaba haciendo efecto… ¿Ups?

Mira al argentino mientras bebe otro vaso más de vodka. Ya podía sentir más el efecto del alcohol en su cuerpo. Sus mejillas ya estaban enrojecidas y un tenía un leve mareo al girar la cabeza para mirar el entorno. Observa al argentino unos momentos más. La cosa no iba a terminar nada bien para el rubio, era claro. La mezcla nunca es buena, no de esa manera, por más que hiciera que la bebida pasara mejor.

-Ahh... Me saliste flojo, Hernández... - Dice con su rostro serio, luego de alejar el vaso para volver a servirse y servirle. - Lo que estás haciendo es trampa! Trampa! No se supone que lo pases con cerveza! - Levanta su brazo, para que el enfermero pueda abrazarla con más libertad.

Se acerca al rostro del argentino, casi rozando sus labios con los del chico, de no ser por el dedo índice que la noruega pone en medio de estos. - Shhh... Hernández... No seas escandaloso... - Se separa un poco, despacio, volviendo a servir, dándose cuenta de que la botella ya está casi vacía. - Bien... Crees poder seguir, o ya pagarás la cuenta...?

-¿Yo? ¿Flojo? ¡Pero p-por favor!- Flojo me dice, mirala. La verdad es que no estaba del todo bien, tenía un leve mareo y mi lengua se patinaba cuando intentaba hablar… pero no era flojo. -¡Bueno pero yo no estoy tan acostumbrado al vodka, además la cerveza es rica- contesté haciendo puchero, como una excusa al por qué de bajar el vodka con la cerveza. Y sí, era muy fuerte y por lo visto la noruega tenía mucho más aguante que yo, si prácticamente lo tomaba como agua.

La abracé un poco mejor cuando así se dejó y me quedé mirándola como bobo cuando se giró hacia mí, casi rozando sus labios con los míos aunque puso su dedo en el medio y me dijo que no sea escandaloso. Le di espacio para que sirviera cómoda pero no dejé de abrazarla y cuando me preguntó si podría seguir inmediatamente contesté –Obvio que puedo seguir ¿Qué preguntas son esas?- y haciéndome el machito, agarré el vaso recién servido y me lo tomé de una hasta el fondo sin respirar. Sacudí mi cabeza muy fuertemente y antes de que pudiera llegar a sentir el gusto del vodka en mi garganta, tomé el vaso de mi acompañante e hice lo mismo que había hecho antes. Lo bajé, vacío, y apoyé mi cabeza en la barra. Me mantuve en silencio por unos momentos y luego musité –Quema…- Levanté mi cabeza luego para ver a Erika y acto seguido volví a abrazarla -¡Quemaaaaaa!- dije en un tono infantil, pero me calmé rápidamente antes que me pegara una trompada. –¿Ya ves cómo sí puedo segur? Yo creo que… me merezco un premio…- la miré fijo a esos ojos completamente inexpresivos y acerqué mi rostro tanto como ella me lo había acercado antes.

-Si... Eres flojo! - le reprocha, tomando de su vaso. El vodka estaba muy rico, y a decir verdad estaba haciendo un buen efecto en su cuerpo. - Tus excusas no me valen porque sólo índican que eres flojo...- Vuelve a decirle, apoyando su cabeza en el hombro del argentino, volviendo a servir.

Al girarse a mirarlo encuentra la cara boba del argentino, que en un momento le recordó a ese paciente italiano tonto. Italiano estúpido, si la habrá hecho dar vueltas por el hospital en su búsqueda cuando le tocaba regañarlo por no tomar sus medicamentos. Menos mal que no tenia que volver al hospital en ese momento, porque iría a su habitación exclusivamente a golpearlo. Pero volviendo al momento alcoholico, si en verdad pudiera permitírselo, se habría reído de Martín y luego le habría puesto una sonrisa sarcástica al escucharlo haciendose el valiente.

Se separa un poco para verlo beber de un tirón, según su punto de vista, en un intento de exibir su aguante, sin importarle mucho tomara el contenido de SU vaso también. Ok... Esa sacudida de cabeza no le haría nada bien y la verdad se preocupa un poco cuando se queda quieto en la barra. Pero a los momentos, nuevamente el chico estaba gritando. Lo golpearía la próxima vez que lo hiciera.

Se sonroja cuando se le pega así, y por suerte el alcohol en sangre ayuda a que no se note demasiado. Quería un premio, y estaba siendo un poco explícito al pedirlo. Se lo piensa y luego se separa brusca del enfermero para tomar la botella y beber directamente de ella.

-¡Greit! - exclama cuando deja la botella en la barra, pasando luego a abrazar al argentino por el cuello y besarlo profundamente, sin aviso previo.

Me reprocha diciéndome que soy flojo mientras sigue tomando, y dice que había puesto excusas. –No son excusas, ¡Es la verdad!- me jacté. Luego de beber de un tirón esos dos vasos quedé algo paralizado. La sacudida de cabeza definitivamente no ayudó. Y la tipa me puso mala cara cuando tomé de su vaso… posiblemente no había sido una gran idea, pero hasta que me servía de vuelta el vaso lleno se me iba a ir el ataque de valentía que me había agarrado. Además todavía le quedaba un poco, que no se queje.

Cuando me le acerqué creí que me iba a besar, pero me desilusionó que se haya apartado sin haber cazado la indirecta aparentemente. Maldita noruega, rubia tenía que ser. Agarró la botella y tomó directamente de allí. La apoyó luego con un grito en la barra y no entendí muy bien lo que pasó después. Lo único que sentí fue su lengua jugando con la mía en un beso profundo, y cuando me percaté la tenía prácticamente encima. La abracé por la cintura y correspondí profundizando un poco más.

Uf, todo me daba vueltas. Digo, además de las vueltas que la lengua de Erika daba en mi boca. La estuve besando por un largo tiempo muy alevosamente, aunque con la ternura que me caracteriza. Porque yo soy re tierno. Mi vieja me decía que yo era re tierno. Algunas otras parejas también me lo dijeron. Uy, cierto, la noruega… la seguí besando entonces hasta que básicamente tuve que parar porque necesitaba aire. La miré con las mejillas sonrojadas por el alcohol y la falta de aire y le sonreí, con los ojitos medios entrecerrados –Uf… quiero más recompensas…- Intenté alcanzar la botella de cerveza y casi la tiro, pero logré cazarla y tomé del pico hasta vaciarla.

La apoyé –la tiré- sobre la barra y estuve a punto de decir algo cuando de repente, un movimiento abdominal. ¡No! ¡No! ¡¡¡Tenía Hipo!!! Me tenté por un momento con mis risas interrumpidas por el hipo y me puse absolutamente todo colorado. Tomé la botella de vodka y le di unos tragos a ver si con eso se calmaba, y gracias a Dios así fue. –Aaaayy odio el hipoo- me quejé. Volví a lanzarle una mirada a Erika y me reí. -¿Me das recompensa por que se me haya ido el hipo?- le pregunté y sin esperar respuesta volví a besarla. No tenía sentido, pero necesitaba una excusa para volver a comerle la boca.

El argentino estaba siendo un poco torpe en su beso, por lo menos de a ratos, cómo si su mente estuviera en otro lado. No podía culparlo, ella sabe bien como va eso. La mayor parte del tiempo de su vida se la pasa divagando mentalmente para no tener que convivir demasiado tiempo con la estupidez humana. Aunque viendo cómo era el chico, lo mas probable sería que a él la estupidez humana no le resultara molesta y su estado se debiera a los efectos del alcohol.

Su mirada sin brillo, ni vida, ni nada se clava sobre el enfermero durante unos segundos cuando separa el beso. Sus mejillas sonrojadas, su sonrisita tierna, sus ojos entrecerrados como sospechando… El chico se veía, a sus ojos, muy lindo, y nuevamente el color se apodera de sus mejillas, aunque poco tiempo. Su fe en la humanidad se ve corrompida nuevamente al ver al rubio medio tirando la botella de cerveza… Y el hipo.

Lo perdonaría esta vez… Únicamente porque el chico estaba ebrio, y sabía que no podían controlarse muy bien esas cosas en ese estado. Ella misma no estaba controlándose del todo. En una situación de sobriedad, el argentino hubiera recibido una buena paliza antes que un beso de su parte. Pero a decir verdad, estaba disfrutando ese momento, necesitaba despejarse un poco. Luego tendría tiempo para arrepentirse, o no…

Ya sin poder controlarse, una sonrisa se escapa de su boca cuando el de pelo corto le reclama otro beso a modo de recompensa. Que de estupideces se podían decir con tal de obtener lo que se quería. Bien, no le molestaba del todo… Cuando el chico estaba “concentrado” podía disfrutar de su lengua con la suya, y el gusto a vodka que tenía hacía que la boca del enfermero tuviera un mejor sabor. Quizás sería aún más delicioso con gusto a café…

-Mmmm… - Se separa unos momentos, mirandolo a los ojos -Paga la cuenta y vamos a mi casa… – Le dice de repente, haciéndole señas al hombre de la barra para que se acerque a cobrarles. Dentro de todo, prefiere la discreción y la tranquilidad de su propia casa para esas escenas pasionales.

¿Se había reído? ¿Se había reído? ¡Sí! ¡Lo conseguí! ¡Conseguí sacarle una mínima expresión!... o quizás pensaba que yo estaba actuando como un idiota. O quizás las dos. Bueno, para ser honestos quizás lo estaba, con el tema del alcohol y todo eso…

Con el beso que le di me empezó a agarrar calor, pero ese calor que te agarra cuando tomás mucha bebida blanca. Como en el pecho y las mejillas. No me importó, seguí comiéndole la roba a esa rubia noruega que ni lerda ni perezosa correspondía a cada movimiento de mi lengua.

Me separó luego, muy a mi pesar, y me ordenó pagar la cuenta para luego ir a su casa. Si mis amigos estuvieran conmigo ya me estarían jodiendo. ¿Acaso esta noche tendría sexo con Erika? ¡Con mi jefa! Qué loco… de todos modos no es que en esos momentos tuviera mucha lucidez inclusive en mis pensamientos. Sacudí la cabeza afirmativamente y saqué el dinero para dárselo al que cobraba.

Guardé luego el vuelto de muy desordenada manera en mi billetera que puse en el bolsillo de mi pantalón mientras me acercaba a Erika. -¿Hacia dónde queda tu casa?- le pregunté, tambaleándome un poco y agarrándome de una pared. El tema fue cuando salimos afuera. Uy Dios. Me pegó todo el frio en la cara y me mareé un poco más. Menos mal que habíamos parado de tomar en ese momento, de otra manera terminaría tirado en una esquina… y en ese momento a la única que me quería tirar era a Erika. Digo, tirarme con ella…. ¡Digo!... Bueno… mejor dejaba de pensar y seguía a la rubia que me guiaba los pasos.

La tomé del brazo y froté mi mejilla allí a la par que caminábamos. -¿Tienes una casa grande?- preguntaba –Mi casa en Argentina es grande. Tiene dos pisos, y muchas habitaciones- ya estaba desvariando.

No espera demasiado al chico, solo para asegurarse de que pague la cuenta. Cuando ve que recibe el vuelto, ya se pone en marcha. O eso intenta.

El haber estado sentada casi todo el tiempo, bebiendo vodka, no le habían dejado notar que tan mareada estaba. Pero ahora que ya se había puesto de pie, todo le daba vueltas, por lo que debe detenerse unos momentos para poder caminar sin andarse tambaleando, como el argentino, que sin vergüenza alguna se apoyaba contra la pared.

Lo mira unos momentos, con su poca expresividad, para luego tomarlo del brazo, casi con ternura. Aunque a decir verdad lo hacía para mantener un punto de apoyo menos obvio. - Vivo... en el edificio que queda cerca de la plaza... - Responde a la pregunta de manera pausada, como para que no se le enreden las palabras debido a su nivel de alcohol.

Al salir afuera, el cambio de aire la hace sentir un poco mejor. Quizás levemente más mareada, pero mejor. Le hacía falta un poco de fresco. Más en ese país tan caluroso, comparado con el suyo.

-Hernández... Vas a caerte... - Le dice al verlo frotarse contra su brazo, deteniéndose para que la profecía no se cumpla (?), y luego negando con la cabeza- Es un monoambiente... - le aclara y luego le acaricia el cabello, al escuchar sobre su casa en Argentina. El chico seguramente extraña su hogar, la última vez que había hablado con él también había nombrado un poco de eso. Seguramente estuviera un poco melancólico... Mierda! Ojalá no se largue a llorar.

Ella me agarró del brazo y ambos caminamos a la par, intentando hacerlo lo más recto posible para no tambalearnos. Me respondió de manera lenta cuando le pregunté dónde vivía, a ella también le había pegado el alcohol. Qué bueno, de esa manera me sentía secundado y si actuaba como medio idiota se justificaba, y ella no podría decirme nada.

La escuché llamarme por mi apellido luego, advirtiéndome que me caería. Se detuvo entonces y allí me acomodé sin soltar su brazo, para seguir caminando. –No me digas Hernandez que no estamos trabajando… decime Martin, o Tincho… o como quieras pero Hernandez no… muy formal- Dijo que vivía en un monoambiente y me acarició el cabello, a lo cual respondí con una sonrisa amplia de borracho. –Yo acá tengo… un departamento de dos ambientes. Es chiquito pero… con-confortable…- le respondí.

Llegamos al edificio –o eso creí al ver que la plaza estaba cerca- y dejé que abriera la puerta, soltándola por un momento. Unas risillas se escaparon de mi boca a medida que subíamos las escaleras y nos dirigíamos al departamento. En la puerta no me aguanté y antes que la abriera le di un beso chiquito en los labios. La dejé entrar primero y aproveché para mirarle el trasero. Esperaba que no se haya dado cuenta. Una vez que estuvimos adentro me saqué la campera y la dejé… por ahí. –Me gusta tu casa- dije mirando alrededor como pude.

Me acerqué a la noruega luego y la abracé –Pero más me gustan tus labios- le confesé y le comí la boca, besándola profundamente. Ya teníamos la privacidad, ahora sólo quería hacerla mía… digo, ponernos cómodos… ¡Qué va! ¡Quería darle toda la noche! No sabía si era el alcohol que me revolucionó las hormonas (?) o que la tipa estaba re fuerte fuera de ese guardapolvo de doctora, pero la deseaba. –Mmm… Erika…- murmuré sin despegar mis labios de los suyos y seguí besándola, acercando su cuerpo más hacia el mío.

-Tu dime Erika incluso en el trabajo si te parece bien - Le dice con sus tan acostumbradas distantes palabras. - Pero particularmente... Prefiero seguir llamándote Hernández. - Concluye mirando esa cara de ebrio. - Lure... - Murmura, mostrando una nueva sonrisita y le da un pequeño golpe en la frente con sus dedos índice y mayor. Que latoso eso de sonreir, seguramente al otro día le dolería el rostro (?)

Al llegar al edificio, el argentino por fin le devuelve su espacio personal. Es una pena, en su estado de alcoholismo le agrada que la abrace.

Finalmente, al abrir su departamento, recuerda que debe darle una gran limpieza. Los libros de medicina están repartidos por toda la casa. Algunos sobre la cama, acompañados de su fiel peluche de conejo rosado; otros sobre la mesa, esa que tiene manchas grandes manchas de café y tazas que siempre olvida lavar; incluso sobre la cocina, luchando por espacio entre algunas latas de cerveza y bebidas energizantes... Además de la ropa tirada por ahí. ¿Era un sostén lo que había dejado sobre la nevera? Bien, tampoco es que le importe mucho. Aunque realmente no quiere imaginarse como es el departamento del enfermero, para decir que su apartamento es bonito.

Patea algo de ropa, dándose camino hacia su nevera, ignorando el bretel del corpiño que asomaba al costado, buscando más cerveza que beber, pero se ve interrumpida con el rubio sobre ella. Al principio se sorprende un poco, e incluso tiene el impulso de golpearlo, pero luego recuerda que el chico había llegado junto con ella, y que se estaban besando... Y que se sentía muy bien...

Sus brazos nuevamente rodean el cuello del rubio, correspondiendo sin timidez alguna a los besos del chico y pegando más su cuerpo contra el del argentino, era una suerte que no estuviera muy agraciada de busto, ya que le supondría un problema para estar más cerca.

No tenía en realidad mucha conciencia de lo que nos rodeaba. Ni siquiera estaba en pie como para decir si el departamento era lindo, feo o lo que fuera. Sólo me importaba ella y su cuerpo. Y no descartaría fumar un cigarrillo o tomar una cervecita más. Aunque la tipa se inclinó para buscar una cerveza y bueno, no pude evitar mirar esas piernas. Me volvía loco. ¡Me estaba provocando! Yo lo sabía. Por eso fue que me le acerqué y le comí la boca sin dudarlo.

Y ni lerda ni perezosa me correspondió rodeando mi cuello con sus brazos. Profundicé y besé luego su cuello, lamiendo por zonas y en algunas dando muy pequeños mordiscos, mientras hacía que nuestras caderas se juntasen la una con la otra, y a medida que aumentaba la intensidad de los besos también aumentaba mi excitación. Y no era algo que en ese momento quisiera disimular. Todo lo contrario. Por eso pegué más mi entrepierna a la suya, soltando un muy pequeño, casi imperceptible gemido al sentir el roce.

Volví a subir por su cuello y retomé los profundos besos en su boca. Mis manos bajaron por su espalda hasta su trasero, en donde las posé muy suavemente. La verdad era que tenía miedo que me golpeara si la tocaba pero también la situación lo daba. Y… tenía ganas de manosear ese trasero de hacía ya unas horas. Mordí su labio inferior y dejé que respirara un poco. La miré luego, algo sonrojado -¿Querés tomar otra cerveza o…- volví a besar su cuello -…ir a un lugar más cómodo?- terminé la pregunta claramente incitándola a llevarme a la cama.

Sí, llevarme, porque en el estado en el que estaba y sumado a que no conocía el lugar, podría estar buscando la cama toda la noche y terminaría por hacerla mía allí mismo en el suelo… aunque tampoco era mala idea…

Ese chico realmente la provocaba. Y no, no tenía nada que ver el hecho de que la última vez que había tenido tanto contacto físico (Más allá de unos cuantos golpes para alejar a la gente indeseada) fue poco antes de comenzar la carrera. Claro que no... ... ¿¡A quién quería engañar!? El argentino no podía metersele en la cabeza. Tenía que ser sincera consigo misma y admitir que después de tanto tiempo ya hasta le resultaba necesario un encuentro de esos.

Sus manos acarician el cuello del rubio, mientras que este se dedica a besar y mordisquear el de ella. Larga un gemido suave al sentir las lamidas y dentadura del otro pasando por su piel. Se apoya un poco contra el refrigerador, buscando mantener algo de estabilidad una vez que ambas lenguas vuelven a unirse, casi de forma desesperada y alevosa, pero sin llegar a transformarse en un acto grotesco y de mal gusto. Aprovecha también esa posición, apoyando la espalda y adelantando un poco más la cadera, frotando su entrepierna con la del muchacho. A pesar de la tela de jean que los separaba, podía sentir bastante bien la erección de su compañero.

Las manos del joven llegan entre caricias hacia su trasero. Había tardado bastante en hacerlo, le daría puntos de caballerosidad por eso. Aprovecha eso como una señal de permiso para que sus manos pasen del cuello de Martín a los hombros, siguiendo un recorrido suave por el pecho, hasta el vientre del argentino, dónde se escabulle por debajo de la ropa, para poder acariciar directamente la piel.

Lo mira unos momentos, ante la pregunta que le hace, pero no le responde en seguida. Antes de eso, se encarga de quitarle esa molesta remera, para luego acariciarle el pecho ahora desnudo. - Yo ya no quiero cerveza... - le murmura sobre los labios, despacio y haciendo un gran esfuerzo para no confundir el idioma en el que se comunicaban con el natal, besandolo profundo y luego separandose despacio, escabullendose hacia el otro lado para salir del rincón donde la había acorralado.

Se gira un momento, para tomarlo de la mano y encaminarse hacia su cama. No estaba muy alejada, pero en el estado del muchacho, se perdería cual austriaco en las calles si solo le indicaba por donde llegar.

Una vez allí, luego del arduo recorrido de seis metros, simplemente toma las cobijas de su cama y las tira al suelo sin mucha delicadeza, pateando luego un poco el bollo formado por acolchado y libros hacia un costado para que no sea muy molesto en el piso. Una vez todo en orden(?), se sienta en el colchón, tomando ambas manos del argentino para que vuelvan a estar cerca, besándolo y recostándose despacio, invitándolo silenciosamente a acompañarla.

Un gemido algo más sonoro salió de mi boca cuando sus manos se deslizaron debajo de mi remera para tocar mi piel, y cuando amagó a sacarme la remera levanté mis brazos para que le fuera fácil hacerlo. Ahh… así estaba mucho mejor. Apenas le entendí lo que me dijo después al hablar sobre mis labios, aunque entendí lo suficiente como para deducir que no quería cerveza. La dejé tomarme de la mano luego y guiarme hacia lo que esperaba fuera la cama.

Recorrimos un tramo pequeño, o algo así, no estaba muy consciente, pero finalmente llegamos a la cama y ella sacó las cobijas rápidamente. Me quedé allí expectante –y sin remera- esperando que hiciera lugar y ni bien lo hizo me acerqué y me recosté encima de ella lentamente a la vez que volvía a besarla profundamente. Acaricié sus piernas con mis manos y subí hasta su blusa, la cual desabroché y le ayudé a sacarse. La miré entonces y volví a besarla, bajando por su cuello hasta su pecho y plantando besos varios en sus pechos aún en su sostén.

A la vez, solté el botón de mi pantalón que poco a poco comenzó a ceder, cayendo, una vez que hube sacado los zapatos empujando el uno contra el otro. La abracé y busqué el broche de su sostén en su espalda. Carajo, estaba complicado, sobre todo con ese mareo. Pero como soy muy genial desabrochando sostenes (?) finalmente pude hacerlo e intenté hacer que no se diera cuenta de mi torpeza momentánea dándole más besos y haciendo presión con mi cadera sobre la suya. Tiré su sostén por… algún lado, y la incité a moverse más dentro de la cama para estar más cómodos. Bajé a sus pechos y lamí sus pezones, succionando levemente con mi boca, mientras con mis manos recorría sus piernas hasta llegar por debajo de su pollera.

Ni lerdo ni perezoso le jalé la pollera hacia abajo con intención de sacársela junto a su ropa interior. Luego de algún que otro intento encontré el broche de la pollera y terminé de sacarla dejándola casi completamente desnuda, a excepción de sus medias que… bueno, no eran ninguna molestia. Y para ese momento ya tenía mi pantalón por las rodillas, por lo cual terminé de quitármelo junto a mi ropa interior. Me puse luego sobre ella, frotando mi muy erecto miembro sobre su vagina, gimiendo entre beso y beso. Luego, le sonreí malévolamente y comencé a bajar por su cuello a lamidas y besos. Pasé por sus pechos, su estómago, sus piernas, y llegué a su sexo en donde metí mi lengua sin dudarlo.

Hacía algún tiempo que no lo hacía, pero recordaba cuánto me gustaba y quería volver a experimentarlo. Esperaba que a ella le gustara también. Lamí cada uno de sus labios y luego la penetré con mi lengua, buscando su clítoris en su interior. Luego de unos momentos así lo hice y sin dudarlo comencé a estimularlo con la lengua lamiéndolo rápidamente. Mientras tanto, mis manos subieron hasta sus pechos y jugaron con ellos para hacer del placer algo más intenso.

Ah… carajo. ¿Quién la mandaba a ponerse tanta ropa? El cinturón y los botones de su ropa eran realmente una molestia para desvestirse, más en su estado de embriaguez. Por suerte el argentino estaba ahí para ayudarla mientras ella correspondía sin ningún tipo de problema a cada uno de los besos del rubio.

Sus ojos se posan unos momentos sobre los de Martín, aunque poco tiempo, ya que el otro se dirige a su cuello, haciéndole largar un gemido suave, encorvándose ligeramente hacia adelante, un poco terminar de quitarse la ropa, otro poco disfrutando de los labios del chico sobre su piel.
Se abraza al chico, acariciando con delicadeza su espalda, disfrutando del roce entre las caderas de ambos. Rodea la cintura de su compañero con sus piernas, aprovechando eso para quitarse los zapatos y dejarlos por dónde sea que caigan. Ya tendría tiempo de buscarlos luego. No eran parte de su uniforme de trabajo como para que le importe demasiado además.

El momento de la verdad se avecinó en cuanto el argentino se empecinó con su sostén. No se reiría de él por su torpeza principalmente porque ella no estaba genéticamente preparada para eso (?), aunque también porque sabía que el corpiño es, desde hace tiempos inmemoriales, el enemigo natural de los hombres en el proceso del coito heterosexual (¿?). Además no podía quejarse, la estaba mimando demasiado bien como para que le importe el tiempo que se tomase en deshacerse de esa última prenda.

Larga varios suspiros cuando por fin la boca del chico se encuentra con sus pechos… Sus pequeños pechos. Que vergüenza le daban a veces, la mayoría de las mujeres nórdicas lucían una hermosa y despampanante delantera, mientras que ella apenas parecía haberse quedado a medio camino durante su pubertad. ¡Mierda! ¿Eso que carajos importaba ahora?

El miembro de Martín frotándose contra su femineidad la aleja de sus acomplejados pensamientos, aunque ahora está un poco desconcertada. ¿En qué momento le terminó de quitar la ropa? Maldito alcohol. Estaba tan mareada, y el tacto con el enfermero se sentía tan bien.
Entreabre un poco los ojos, gimiendo despacio sobre los labios del muchacho, y lamiéndoselos antes de que se le escape en su recorrido hacia su zona baja.

Gime suave al sentir la lengua de Martín saboreando su intimidad, al principio entrecerrando un poco las piernas, por la pérdida de costumbre a tales mimos, pero luego relajándolas y dejando al chico ser.

Trata de controlar su voz, y no gemir muy alto, por lo que toma una de las manos del argentino y se la lleva a la boca, mordisqueándole los dedos.

-D-detente… - Ruega luego de unos minutos, inclinándose hacia adelante, posando sus manitas sobre la cabeza del chico, empujándolo, aunque no con mucha voluntad, para separar separarlo de ella.

Cuando por fin lo logra, pone sus manos sobre los hombros del otro, yendo directamente a besarlo, a pesar de sentir su propio sabor con ese beso. Aunque de todas formas no le es algo desagradable.

Se separa, delicada, besándole los labios y luego la barbilla, siguiendo por el cuello y pecho del chico, sin reparar en caricias sobre la piel del muchacho. Antes de poder darse cuenta, se encuentra a sí misma ofreciéndole varias lamidas al miembro del muchacho, a la vez que sus manos se dan el gusto de acariciarle las piernas. De forma traviesa, mientras su lengua se encarga de mimar el glande, escabulle los dedos entre los glúteos del chico, acariciando sin permiso la entrada ajena con su dedo mayor, y dejándolo entrar malévolamente (?) en el momento que decide comenzar a succionar la punta.

Lo estaba haciendo después de tanto tiempo. El sabor de su clítoris era algo tan exitante que difícilmente podía contener mis gemidos haciéndolo solamente para seguir con mi trabajo en la entrepierna de la doctora que parecía estar disfrutando tanto o inclusive más que yo. Sí, se lo hacía genial y a ella le encantaba. Al principio había cerrado un poco las piernas. ¿Hacía cuánto no le daban a esta mujer los mimos estos que tanto se merece con este cuerpo? Bueno, yo me encargaría de hacerle recuperar el tiempo perdido.

Se lo estaba haciendo tan bien que hasta tomó mi mano y mordisqueó mis dedos para evitar gemir o inclusive quizás gritar de placer. Aunque eso vendría más adelante… Estaba muy concentrado en lo mío cuando de repente escuché su voz pidiéndome que me detenga, y sus manos separaron mi cabeza de su vagina para hacerme subir y besarme profundamente. Yo estaba tan exitado que no aguanté y mientras la besé le metí dos dedos y los moví dentro de su vagina para no perder esa intensidad que habíamos ganado.

La vi entones comenzar a bajar a besos por mi cuello y mi pecho. –Mmm…- gemí mientras acariciaba sus cabellos, anticipándome a lo que iba a venir. Cerré mis ojos por un momento cuando sentí su lengua en mi pene y gemí un poco más fuerte. Lo que no me vi venir fue ese dedo tanteando mi entrada y sin permiso ni aviso adentrándose en mi trasero. -¡Aaahh!- jadeé fuertemente. A la vez me estaba succionando el glande. -¡Dios! ¡Erika! ¡Si! ¡Si!- Empujé con suavidad para que se tragara todo mi miembro y la incité a que siguiera con su dedo en mi trasero. -¡Más! ¡Más!- rogué desesperadamente moviendo mi pelvis para ir a ritmo con sus lamidas y sus juguetones dedos.

Nunca había encontrado una mujer a la que le fueran este tipo de morbos y ahora que lo había hecho… me encantaba. Intenté con muy poco éxito ahogar mis gemidos a la vez que tiraba mi cabeza hacia atrás y encovaba mi cuerpo que se estremecía al sentir los de dos de la noruega en mi interior y mi pene en su boca completamente. Entre su lengua y sus dedos me estaba volviendo loco, tan loco que si seguía así me correría en cualquier momento… y no es que no quisiera llenarle la boca de leche, de hecho me encantaría ver como se la toma toda, pero es que todavía tengo mucho por hacer con ella y quería hacerla mía completamente.

-¡Aah! P-para por favor… ¡Aah!- le rogué ante algunos espasmos de placer. La hice volver a subir lentamente tomándola del mentón. La besé profundamente y tomé la mano que había usado en mi trasero. La miré a los ojos y lamí esos mismos dedos que me había metido, gimiendo y entrecerrando mis ojos al sentir mi propio sabor. Volví luego a sus labios y me le tiré encima prácticamente –Ahora te voy a hacer mía, ¿Escuchaste? Mía…- dicho esto, la penetré completamente dejando mi pene en su interior por un instante para sentir la estrechez de sus paredes. –Sí…- le murmuré al oído y le lamí la oreja mientras comenzaba a sacar mi pene para luego volverlo a meter y así crear un ritmo más bien lento que iría aumentando cada vez más. Mordí su cuello y volví a comerle la boca, mordiendo su labio inferior.

La voz y movimientos del argentino la incitaban a seguir mimando, complacida, el trasero y pene del muchacho. Aunque se ahogara un poco bastante tragándose todo el miembro del rubio, no se molestaba mucho en oponerse, después de todo ella había sido la que había ido a voluntad propia a hacérselo.

Luego de unos momentos, se detiene por petición propia del muchacho, separando a penas los labios del miembro, y dando una que otra lamida para no terminar de perder el ritmo. Se deja manejar de manera dócil por el argentino, correspondiendo a su beso de forma igual de profunda.

Cuando el chico decide llevarse los dedos de la noruega a la boca, esta juguetea un poco con la lengua del argentino, volviendo a corresponder luego al siguiente beso.

El que se le medio tire encima la toma por sorpresa, y el que la penetre sin aviso hace que largue un gemido alto, encorvándose un poco y aferrándose a la espalda del argentino con las manos – Ahh…! S-si… Hazlo… - Pide, relajándose un poco con las mordidas a su cuello y comenzando a disfrutar de a poco el ritmo que el chico estaba tomando.