Terapia~ [Privado Martín][R+18]

-Ve... las medicinas en pastillas tienen mal sabor. No me gustan. Y las otras son con inyecciones, y me duele... y a veces sangra, y me desmayo... - Le comenta al rubio mientras caminan por los pasillos del hospital hacia su habitación. Antes de terminar de irse quiere cambiarse de ropa. No estaba nada bien que anduviera por la calle vestido como un paciente. No era bonito para un paseo.

Allí se cambia, sin esperar a que Martín saliera de la habitación. Eran hombres, después de todo, no vería nada raro. Además, el italiano no tiene feo cuerpo, así que no hay nada de que avergonzarse.

Una vez fuera pudo disfrutar del aire, del sol y del exterior. Era todo tan liindo.

Nuevamente, el camino se volvió más largo del que en realidad era. Pero esta vez no por berrinche o miedo, sino porque... Quería tomarse tiempo antes de llegar a un lugar y volver a estar encerrado de nuevo. Además esa ciudad era tan bonita, al igual que la gente.

Cuando por fin llegan al departamento, Feliciano aún está tomándose la mejilla y llorandole a Martín. ¿Que le pasaba a las chicas de ese lugar? Él sólo le había dicho que era muy bonita y que le gustaría tener una cita con ella. No era necesaria esa bofetada.

-Ve... - Dice cuando abren la puerta del lugar. - Pareciera que nadie ha pisado este lugar en meses... - Mira al rededor, viendo por dónde empezar, pero su estómago parece decidir por él - Bueno, limpiare un poco la cocina y el comedor para comer y luego seguir con el resto de la casa~ Que dices...? - Pregunta, mirando al enfermero con una gran sonrisa en su rostro.

-No sangran ni duelen si son bien aplicadas. Pero capaz quién te las aplicó era bruto- me encogí de hombros con esa explicación. Antes de salir quiso pasar por su cuarto. Ni me preocupé que se quisiera quedar allí porque estaba más bien emocionado por salir. Una vez cerré la puerta de la habitación y me di vuelta lo tenía allí parado, en ropa interior decidiendo qué ponerse. Me puse algo colorado e intenté mirar para otro lado. Aunque honestamente de vez en cuando le miraba el culo de reojo.

Llegamos luego de hacer las pequeñas compras al departamento. En el lobby Feliciano vio a una chica y se le acercó. –Che…- fue lo único que alcancé a decir antes de que le sonriera abiertamente, le dijera que le gustaba y que quería una cita con ella. Tremendo cachetazo se comió el pobre pibe. Suspiré. –Hay que ser un poco más discretos para ese tipo de preguntas- le expliqué sonriéndole mientras entrábamos al departamento.

No estaba muy buen estado que digamos… okay, era un asco. Cosas tiradas, algo de tierra en los muebles, mucho desorden por sobre todo. El paciente me miró con una gran sonrisa y pareció estar ansioso por comenzar a limpiar. Fruncí el ceño. Mierda, no me habían contratado para limpiar el departamento de un psiquiatra que se creía importante por ser el hermano de la dueña y en realidad era un vago de mierda. Qué forro. Lo odiaba.

Sin embargo decidí alivianar mi gesto por Feli. –De acuerdo- le dije agarrando las cosas para limpiar. Estuvimos limpiando el lugar y no tardamos mucho. Ordenamos y para ser sincero lo dejamos bastante reluciente. Feliciano limpiaba como un condenado, se veía que le gustaba el orden y la pulcritud. Mi estómago me estaba matando y me desmayaría si no comí algo pronto, así que fui a él. -¿Me ayudás a cocinar?- noté en su rostro los dedos de la muchacha que le había pegado abajo –Dejame ver eso- le dije pasando mi mano por la marca muy suavamente -¿Te duele o algo?-

Asiente a las palabras de Martín, aún medio lloriqueando por la bofetada, antes de apoderarse de la escoba y el secador de piso.

La limpieza es más bien corta. No es como si normalmente se dedicara a ordenar, ya que su abuelito no se lo permitía muy seguido, pero había aprendido bastante bien el arte de la limpieza para amenizarle el trabajo a su hermano y pasar más tiempo con él (el poco tiempo que estaban juntos en su casa).

Por suerte, para cuando ya termina, Martín ya está dispuesto a cocinar algo. Genial, definitivamente le preparará algo delicioso por ser tan buena persona. Al final el rubio terminó siendo muy agradable, al contrario de lo que pensó cuando lo llevó a rastras hasta el consultorio de Edelstein. Pensandolo con más claridad, era normal, le habían mandado a hacer un trabajo y sólo cumplía. Ahh~ Si, Martín era una maravilla de persona.

Además se preocupaba por el y por la bofetada que le había dado el demonio de cabello largo en el piso de abajo. Eso hace que sonríe ampliamente y lo abrace por el cuello.

-Ve~ No, no me duele! Lo que si me duele es el estómago - Dice con el rostro hundido en el cuello del argentino. Era una posición cómoda, pero pronto tendría que deshacerse de ella - Hace días que no pruebo bocado... En ese hospital preparan comida espantosa, ve... - Se queja con el chico, como si tuviera el poder de cambiar algo de eso. - Pero ahora, ve - Se separa, sonriendo - podemos cocinar tu y yo~ Sólo quiero pedirte que cortes algunas verduras y prendas las hornallas - Su sonrisa se vuelve un poco más timida, de repente le da vergüenza saber que tiene miedo de cosas tan simples, pero no puede evitarlo - De lo demás me encargaré yo, si? Espero que te guste la comida italiana~

Una sonrisa amplia se dibujó en su cara y se prácticamente se colgó de mi cuello diciéndome que no le dolía. Me quedé algo perplejo y por instinto puse mis manos en su cintura, no para apartarlo sino más bien… bueno, por instinto nomás. Hundió su rostro en mi cuello, y esperé que no notara el mínimo enrojecimiento en mis mejillas. Que la comida del hospital era horrible no era ninguna noticia. Por lo menos hoy comería algo más decente.

Se separó luego y le respondí a su sonrisa con otra en mi rostro. Asentí a lo que me pidió. Se lo notó algo tímido al pedir eso. ¿Tendría algún problema con los cuchillos y el fuego? Consideré propicio no preguntar, por las dudas, a ver si todavía le daba un ataque acá. –Amo la comida italiana- le comenté mientras nos dirigimos a la cocina –Tenía una amiga en la escuela que era de familia italiana y siempre me invitaba a comer a la casa. Dios, hacían cada manjar…- le conté a la vez que comenzaba a preparar las cosas.

Comencé entonces a cortar las verduras y le prendí las hornallas cuando me lo pidió. La comida tardaría un poco en hacerse y mientras tanto podríamos charlar de… algo. Momentos incómodos. -¿Cuántos años tenés Feli?- decidí romper el hielo.

Se toma su tiempo preparando la comida, sabía que el chico tenía hambre, ya que escuchaba su estómago gruñir desde que estaban en el consultorio, pero quería prepararle una comida perfecta. También lo anima mucho el hecho de que al rubio le gustara la comida italiana.

-Waii, eso es genial! Espero que mi comida esté a la altura de la familia de tu amiga, ve... - Se gira a mirarlo - Sabes? Si me dan de alta, quiero trabajar en un restaurant, o quizás pedirle a mi abuelo que me ayude a poner uno propio. - Dice feliz, poniendo la pasta al fuego y salteando las verduras para la salsa.

Se sienta comodamente sobre la mesada, un poco alejado de la cocina, no sea que se queme con algo.

-Ve... Hace unos días cumplí 19. Tu...? - estira los brazos hacia Martín, abriendo y cerrando las manitos, como pidiendole que se acerque a él- Dime, ve... De dónde eres? No tienes acento portugués...

-Suena como una excelente idea. Bueno ya probaré como cocinás y te digo- le sonreí mientras le respondía. Lo observé mientras cocinaba ya que había terminado de hacer lo que me había pedido. Se mostraba algo reacio a acercarse demasiado a la hornalla. Posiblemente le tenía miedo al fuego. No dije nada y me quedé mirándolo, y de vez en cuando le robaba un pedacito de verdura mientras se distraía. Y bueno, tenía hambre…

Se sentó luego sobre la mesada. Su siguiente gesto me provocó una ternura tremenda: me estiró los bracitos para que me acercara a él. No sé por qué, no me pregunten, pero mi corazón latió fuertemente. Creí ponerme colorado de nuevo. Esperaba que no. Mierda, odiaba sonrojarme. -¿Diecinueve?- quise confirmar haber oído bien mientras me le acercaba y me le ponía en frente. No sabía bien qué hacer. Quizás quería abrazarme. No me molestaba. Usualmente no dejaba que un desconocido se me ande colgando del cuello como él hizo pero él… no sé, podría decirse que me en cierto punto me había comprado. En cierto punto. De todos modos me quedé lo suficientemente cerca como para que me abrazara si así lo quería. No se lo iba a negar tampoco. Además el tipo estaba bueno. Más razón para no negarme.

-Yo tengo veintiuno- le respondí –No… no soy de acá. Soy de Buenos Aires, Argentina. Y noto que tu acento también es algo distinto de la gente de por acá… ¿De dónde sos vos?- inquirí.

Si hay algo que el italiano adora, es que sepan comprenderlo, tal y cómo había hecho el argentino en ese momento, acercándose a él, y poniendosele en frente. Excelente, ahora podía abrazarlo~

-Aha, ve... Diecinueve... - rodea el cuello del chico con sus brazos y lo mira a los ojos, sonriendole - Aunque sé que en actitud parezco más bien un niño... - Cierra (más) sus ojos - Vee... pero es más divertido así.

Se queda mirandolo algo curioso... Quién diría que el chico tenía 21. Bueno, en realidad no era muy dificil de sacar esa conclusión, por más prodigio que uno sea, no podría ser enfermero sino hasta después de terminar la secundaria, y eso sería después de los dieciocho años, seguro.

-Veee... No conozco Argentina, pero dicen que es bonito, y también que tienen mejores pizzas que en mi país... - Infla un cachete como queriendo parecer ofendido con la idea - Un día deberás prepararme pizza para corroborarlo, que dices, ve? A propósito, yo soy de Venecia, Italia.

Se queda unos momentos más mirando los ojos del argentino, realmente son bonitos. Verdes, grandes y bonitos. Pero no quiere distraerse demasiado con ellos, eso arruinaría su comida perfecta para su nuevo mejor amigo.

-Ve! Debemos quitar la comida del fuego... - Dice, aunque lamentando un poco tener que separar su abrazo. - Bueno, ve... Podrías hacerlo tu...?

Efectivamente, quería abrazarme. Lo dejé sin oposición alguna, es más, mientras me abrazaba rodeé su cintura con mis brazos. No pude dejar de sonreírle mientras me hablaba mientras miraba a sus ojos –o intentaba hacerlo, dado que no los mantenía exactamente muy abiertos- me reí con su comentario. –Sí… es divertido portarse un poco como un niño. Hacer que te cuiden- le dije tácitamente haciendo referencia a la situación en la que estábamos porque efectivamente yo estaba cuidado de él en ese momento.

Fue raro. Al principio fui re caliente a su cuarto a buscarlo y llevé arrastrando hasta el consultorio queriendo terminar con eso lo antes posible, pero ahora hasta inclusive estaba disfrutando el estar con él allí cuidándolo. Me enorgullecí cuando habló de mi país y me dijo luego ser de Venecia. –Mi país es hermoso- dije sin modestia alguna –Si querés algún día te muestro algunas fotos. Y Venecia también lo es, es una ciudad muy peculiar. Algún día me gustaría conocerla- me quedé mirando a sus ojos, sonriéndole –Por supuesto, un día te cocino pizza y te la llevo infiltrada al hospital- reí. ¿Ya estaba planeando esas cosas? Seh, de una.

Nos quedamos luego mirándonos el uno al otro. Le miré los ojos y la boca. Me tuve que contener porque si era por mí le comía la boca ahí mismo. Y hasta lo hubiera hecho, pero me recordó que teníamos que comer comida de verdad. Me pidió con timidez sacar la comida del fuego. Le asentí y así lo hice, ayudándolo luego a servirla.

Nos sentamos a comer y comí al principio algo apurado, me estaba muriendo. –Mmmm… esto está bárbaro…- dije con mi boca algo llena –Muy, muy rico. Te felicito Feli-

Ese día estaba resultando perfecto. Se había hecho un nuevo amigo, uno cariñoso y que no le costaba nada entenderlo. Además de que por fin estaba comiendo buena comida, y la estaba compartiendo con una persona que ya le caía bien.

-Vee! Claro que quiero ver fotos! Podría pintarte algunos cuadros usando las fotos que me traigas. - dice luego de tragar la comida, realmente disfrutaba del sabor de la pasta recién hecha. Sus líneas que se hacían pasar por ojos nuevamente se iluminan, que le trajera pizza a la habitación sería genial... Si fuera de noche, sería aún más genial, porque podría pasarla con él. No le gustaba estar sólo en ese horario, y como se negaba a tomar sus medicinas, obviamente era una tarea bastante dura.

Ya casi no sabe de donde sacar lugar para expresar su alegría.

-Wai! Me hace feliz que te guste la comida! - exclama - Ve, sólo haría falta un postre... - se lleva el tenedor con comida a la boca y lo deja ahí unos instantes, como si el metal lo ayudara a recibir mejor los pensamientos - Ve... - dice finalmente - Aún me debes mis dulces por haberme portado bien en la sesión de hoy.

-¿Pintas? ¿De veras? Me encantaría que pintes un paisaje de Argentina- le confesé con brillo en mis ojos. ¿Qué más hermoso que ver algún paisaje del sur del país o mismo la ciudad, Caminito o el obelisco pintados a mano? Sería genial. Me gustó mucho la idea. Probablemente pasara mucho tiempo pintando, dado que era una de las pocas cosas que podría hacer en el hospital, o eso creía.

Terminábamos nuestros platos cuando el italiano me dijo que le alegraba que me gustara la comida y mencionó la falta de un postre. Oh, pero no se imaginaba que yo me había encargado de eso ya. Efectivamente recordó lo que le había prometido anteriormente. –Ya me encargué de eso. ¿Me ayudás a levantar la mesa?- le evadí el tema pero le guiñé un ojo mientras levantaba los platos. Los lavamos luego junto a las cosas que habíamos usado para cocinar. No era mucho dado que éramos dos así que terminamos en poco tiempo.

Aproveché que estaba de espaldas secándose las manos con un repasador para ir detrás de él. Luego pasé frente a sus ojos una bolsa con dulces: Caramelos de gustos varios, chocolates y algunas otras cosas surtidas. –Lo prometido es deuda- le dije suave al oído con una sonrisa.

Asiente, poniéndose de pie para ayudar con el lavado de platos, en dónde obviamente el argentino se encarga de lavar los cuchillos y tenedores. -Ve, claro. Mi abuelo me enseño cuando era pequeño.

Se distrae unos momentos, secándose las manos al terminar de lavar. Y cuando alza la vista se encuentra con el paraíso. Dulces, muchos dulces. Deliciosos y dulces dulces!

Se gira de repente rodeando el cuello del argentino y besándole la mejilla, más bien cerca de la boca, pero no es algo que llega a importarle del todo.

-Ve... se ven deliciosos... Gracias, gracias, gracias! - dice frotando la mejilla en el pecho del rubio, y separándose unos momentos para tomar uno de los dulces. Lo parte a la mitad para probarlo y corroborar que su sabor sea bueno, para luego convidarle con la otra mitad al rubio - Veee! Realmente son ricos. Prueba, prueba~

-¿En serio? Qué bueno. Me gustaría ver algunas de tus obras luego- Observé que ni tocó los elementos con puntas o cortantes como los cuchillos y los tenedores. No tuve problemas en lavarlos pero más o me hacía una idea de qué era lo que le pasaba al paciente. Era muy inseguro y miedoso. Suspiré levemente. Me dio un poco de lástima el chabón.

Y luego cuando le mostré los dulces lo vi venir. Sí, esperaba ese abrazo. Fue eufórico como lo habían sido todos hasta ahora pero ésta vez le agregó un beso tierno en mi mejilla. Bueno, fueron varios. Estuvo bastante cerca de mi boca, aunque pensé que eso no lo había premeditado sino que había venido con la inocencia que lo caracterizaba. Frotó luego su mejilla en mi pecho. Puse una mano en sus cabellos y los acaricié mientras lo hizo.

Me convidó de la mitad de un dulce y lo tomé en mi boca con la mirada clavada en sus ojos. –Están muy ricos- le comenté sin sacar mi sonrisa. –Espero que te gusten. Compré varios tipos porque no sé si hay alguno de tu preferencia. Estaría bueno que me lo digas así te puedo comprar para llevarte- ¿No lo estaría malcriando un poco? Y bue, posiblemente en ese hospital lo tratan para el orto, habiendo visto su reacción cuando fui a buscarlo y lo que me contaba de la comida.

Esta vez sentí un impulso. Calculé que no le molestaría ya que él lo hacía todo el tiempo. Me acerqué a él y fui yo quien lo abrazó. No fue algo eufórico como los suyos sino más bien tierno, acariciando su espalda con mis manos. –Me alegra que te guste lo que te compre- le susurré.

-vee... realmente son muy ricos... - dice, sin separarse del abrazo del argento. No era estrictamente necesario, ya que podía comer, abrazar y tomar más dulces. También podía convidarle de los que él comiera, así que ambos salían ganando.- No hay ningunos que no me gusten... excepto los de regaliz... ve... - Hace un gesto de asquito, recordando la vez que robó uno de esos dulces a la doctora noruega. Un verdadero acto de valor por parte del italiano, realmente.- Y tampoco me gustan los scones... - Los ingleses cocinan muy mal.

Sonríe suave al notar que Martín se decide a abrazarlo también. Lo siente cálido y eso le gusta mucho. Las personas del hospital (Sean doctores o pacientes) son en general un tanto reacias a corresponder abrazos o besos, pero no pasaba eso con el argentino.

- Ve... claro que me gustan... - Dice suave, ya relajado por estar así abrazadito, y luego levantando la vista, mirandolo largo rato a los ojos. - Oye, ve... Tu también me gustas! - dice lo más campante, como si fuera una declaración del estilo "me gusta el color azul" - Yo te gusto...?

Anotado mentalmente: No comprar regaliz o scones. Esperaba no olvidarme con lo colgado que soy. Bueno de última si lo hacía me los comía yo y listo. No sabía por qué me había decidido a abrazarlo, pero se sentía bien hacerlo. Había estado muy sólo desde que viajé a Portugal y comencé mis estudios, alejado de la vida y los lazos que tenía en Argentina. Y la verdad salir sólo a tomar algo a un bar me daba toda la paja.

Pensé que quizás conocía a alguien en el hospital pero hasta el momento todos eran unos forros. Bajón. Feliciano era el primero que conocía que de hecho me trataba bien. Suspiré en sus brazos y me aparté sólo un poco para mirarlo a los ojos mientras hablaba. –De acuerdo entonces. No compraré de regaliz ni scones- sonreí y le acaricié la mejilla.

Me sorprendió después con lo que dijo. Que yo le gustaba… lo había dicho tan naturalmente. Sí, era un tipo raro, porque nadie lo decía así de una y tan de la nada. Pero me gustó que lo haya hecho. Ay Dios, esos labios… controlate Tincho que ésta te puede salir muy caaraaaa…

Y después me pregunto si yo le gusto. Yo me lo como acá. Y no a los dulces precisamente. –Ehm… sí Feli sos… sos muy tierno- le contesté tratando de medir mis palaras. Lo miré a los ojos, a sus labios, sus ojos de nuevo… ¡Aaaah se va todo a la mierda! Así como estábamos me acerqué y le di un tímido beso en la boca. Acaricié levemente sus labios con los míos y cerré mis ojos.

¿Qué estaba haciendo? ¡Si Edelstein se enteraba de eso me rajaba del hospital! Pero sus labios… bueno quizás un beso más. Me separé de sus labios un segundo le sonreí antes de besarlo nuevamente. Temía un poco el cómo podía llegar a reaccionar.

El hecho de que lo haya besado lo sorprende un poco, debido a que a la última persona a la que le había confesado que le gustaba le había propinado una sonora bofetada.

Pero el argentino no sólo había dicho que también le gustaba, sino que además había unido sus labios en un beso, uno de esos dulces, tanto por el gesto, como por las golosinas que estaban comiendo.

-Ve... - Aprovecha a decir en un suspiro, aprovechando que el rubio se había separado de sus labios - Ahora me gustas más... - dice, acercandose para besarlo nuevamente, tal y como había hecho el chico la primera vez.

Hacía bastante desde la útlma vez que había recibido un gesto tan tierno de parte de otra persona. Quizás podría aguantar esto de estar en el hospital, ahora que había conocido a Martín y a sus bonitos besos.

Qué dulce que besaba el italiano. Más allá de los chocolates. Sus labios eran suaves y tiernos. Hacía mucho no besaba a alguien así. Sonreí a su respuesta y acaricié sus cabellos. Algo me decía que a ese chico le faltaba cariño. Quizás no un cariño tan extremo como le estaba dando en ese momento, pero definitivamente sí alguien que lo tratara mínimamente bien.

Me apoyé contra la mesada y lo llevé conmigo para que apoye su cuerpo en el mío mientras sacaba otro dulce de la bolsa y lo comía, compartiendo la mitad con él. Le acaricié la mejilla en donde le habían pegado y luego puse un beso en ella. –Esa mujer te pegó muy fuerte- dije haciendo un gesto de negación con mi cabeza.

No quería pensar en qué pasaría después, o en que tenía que decirle que no podía decir nada a nadie en el hospital. Bah, mejor dejaba eso para después, ni da hacerme mambos ahora. Mientras seguimos comiendo, no lo separé de mí un instante –Dime… ¿Hace cuánto que estás internado, Feli- acaricié sus cabellos y descubrí un rulo que se le salía un poco de lugar. Intenté acomodárselo pero no pude hacerlo.

Se deja manejar con total docilidad, más que nada porque el chico estaba siendo suave, y eso le gustaba mucho. Aprovechando ahora para estar más pegado a su cuerpo.

Come el dulce que el rubio le convida, mientras deja que acaricie y bese su mejilla maltratada. Su pobre mejilla maltratada. Mujeres portuguesas abusadoras. -Ve... No te preocupes... - Le susurra, todo pegadito y mimoso.

Luego le pregunta hace cuanto está en el hospital. Hace un poco de memoria, dejando que acaricie sus cabellos.

- Hace unos meses... no recuer... A-ahhh... - un gemido interrumpe su oración, provocando que se sonrojara. Había olvidado decirle a Martín que no debía tocar su rulo... Que vergonzoso. Sin embargo, el chico no paraba de tocarlo, por lo que el italiano tampoco puede parar de gemir - M-martín... - dice, tratando de articular sus palabras - D-deja... aahhh... Mi rizo... v-ve...

Me encantaba como era, tan mimoso, tan tierno. Me contestó a mi comentario de su golpe todo apretadito a mí. Lo abracé entonces un poco más fuerte para pegarlo más a mí. Tanta ternura me encantaba.

Su cabello era suave pero en ciertas partes estaba revuelto. Cuando vi ese rulo me ensañé en ponerlo en su lugar. Sin embargo, cuando me estaba contestando lo que le pregunté empezó a… ¿Gemir? ¿Estaba gimiendo? -¿Q-qué pasa?- le pregunté sin dejar de acariciar sus cabellos, su rulo incluído. -¿Qué deje tu…?- en ese momento, me di cuenta.

“No es posible” pensé y en ese momento recordé el rizo que yo también tenía… que ciertamente tenía el mismo efecto en mí cuando lo tocaban. Nah, no podía ser. Volví a tocar su rizo. Gimió. Lo solté. Lo acaricié una vez más. Volvió a gemir. Volví a soltarlo. –N-no puedo creerlo- musité ladeando un poco la cabeza, y luego me reí. -¿Te excita que te toquen el rizo?- me pareció una coincidencia rara pero interesante. Le di otro beso tierno en los labios –Lo siento- le susurré.

Por más que se lo pedía, el rubio no paraba de tocar su rizo, provocando que una oleada de gemidos orgásmicos salieran de la boca de Feliciano sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.

En un momento pareció ceder y querer dejar su cabello en paz. Separa unos momentos el rostro del cuerpo de Martín para mirarlo, con un leve aire de reproche y agradecimiento a la vez. Pero poco duró, porque otra vez ya estaba manoseando su rizo con total desfachatez (?)

No podía hacer nada, más que aferrarse más al cuerpo del argento, gimiendo ya casi con desesperación. Es una zona realmente sensible, hasta que finalmente pareció dejarlo en paz del todo.

-V-ve... V-ve... V-ve... - dice, algo agitado, recuperando el aliento perdido con los gemidos anteriormente lanzados. Asiente avergonzado, hundiendo la cara en el pecho del mayor, confirmando la pregunta que éste le hacía - N-no pasa nada...ve... Tu no sabías... - dice en un suspirito, correspondiendo al beso, y tomándolo quizás como una forma de disculpa por parte del chico.

El chico comenzó a gemir y gemir sin parar a medida que tocaba su rizo más y más. Me encantaba. En cierta manera lo provocaba y si había algo que amaba era provocarlo. Se aferró a mi cuerpo. Me mordí el labio inferior al ver cuán excitado estaba el italiano. Eventualmente tuve que parar porque sino el pobre se correría ahí mismo.

Lo agarré para que no se cayera, porque se retorcía de excitación y aferraba a mi cuerpo. Le di un tierno beso sin sacar la sonrisa de mi rostro. Asiente luego completamente rojo de la vergüenza y hunde su rostro en mi pecho. Acaricié sus cabellos –con cuidado de no volver a tocar su rizo- y procuré esperar que se calmara. Me correspondió el beso y me dijo que no pasaba nada. Por supuesto no sabía. Pero ahora sí sabía. Linda manera de calentar al italiano.

Lo separé para mirarle y le sonreí. -¿Sabés por qué me rio?- le pregunté -¿Ves este rulo de acá en mi cabeza?- señalé el rizo que provocaba el mismo efecto en mí. –Bueno… cuando me lo tocan… me pasa exactamente lo mismo que a vos- me puse un poco colorado. Besé ambas mejillas rojas de vergüenza y excitación a la vez, y luego planté otro beso en sus labios. Volví a abrazarlo y le susurré al oído. -¿Querés… tocar mi rizo?-

Aún seguía aferrado al cuerpo del argentino, aceptando cada beso que este le daba. A pesar de ser un poco descarado y pervertido por seguir tocando su rulo después de obviamente darse cuenta de lo que pasaba, aún le seguía gustando.

Le gusta que lo bese de forma tierna, que lo sostenga para no caer debido a la oleada de sentimientos raros, y porque negarlo, placenteros también que recorrían todo su cuerpo cada vez que alguien acariciaba ese cabello rebelde. Que lo mimara y que le hablara suave también le gusta mucho.

Nota entonces que se ríe, que horror. Se estaba riendo de él! Y quien sabe hacía cuanto estuviera haciendolo. Para colmo lo separa y le pone esa sonrisa. Por poco se pone a llorar de lo apenado que estaba, incluso ya unas lágrimas querían escaparse de sus líneas/ojos, pero antes de poder hacerlo, el rubio le dice una frase bastante... ¿Alentadora?

Asiente cuando le muestra su rizo, aunque era bastante visible... Lo veía extrañamente parecido al de su hermano, y además tenía el mismo efecto que en el italiano.

Deja que lo bese, lo abrace y le susurre, aunque con este se separa mirandolo extrañado. ¿Acaso no lo incomodaba que alguien más tocara su rizo? Aunque, se sentía bien, era bastante lógico que así fuera.

Se muerde un poco los labios, mirandolo ahora con un toque de inseguridad en su rostro. - Ve... Estás seguro...? -pregunta, aunque ya está acariciando el cabello de Martín, cerca del rizo.

Se aferraba a mí con todas esas emociones y sensaciones que le daba que tocara su rizo. Me encantaba, no lo iba a negar. Era una buena manera de tenerlo a mi merced. Me pregunté si había más gente con esa cualidad aparte de nosotros dos. Estaría bueno que Edelstein tuviera un rizo así, así cada vez que quería hincharme las pelotas lo agarraba de ahí hasta que me suplicara piedad. Sí… sería genial. Pero bueno basta de pensar en ese forro ahora.

Se apartó de mi y noté en sus ojitos un pequeño brillo. Quizás… quizás se había tomado a mal el hecho de que me riera. Aunque rápidamente le expliqué por qué y se calmó. Me miró con esa carita inocente y a la vez prestándome toda la atención, y cuando le pedí que tocara mi rizo se mostró algo inseguro.

Asentí –Yo lo hice… y me parecería justo que…- suspiré. Ya estaba acariciándome el pelo muy cerca del rulo que al contacto con su mano me excitaría -…que….que… tú también lo hagas… s-si quieres…- suspiré nuevamente y lo acerqué más apretando nuestros cuerpos –S-se siente… extraño pero… es placentero…- le sonreí y luego lo besé, esta vez con un poco, sólo un poco más de intensidad.

Continúa con las caricias sobre los dorados cabellos del chico que lo tenía aferrado contra su cuerpo. Estaba aún algo tímido e indesiso sobre si hacer caso a sus palabras o no. El efecto del manoseo en su propio rizo era bastante fuerte, pero no sabía si al argentino podía llegar a pasarle lo mismo.

Aunque a juzgar por la insistencia del otro, no parecía tan malo hacerlo. Además tenía razón, era realmente placentero.

Ya deja de meditar tanto, le dolería la cabeza por falta de costumbre, y simplemente hace como siempre, dejandose llevar por el momento. Disfrutando de aquel beso que el argentino estaba dando. Era un poco extraño... ¿Estaba metiendo su lengua? No se sentía nada mal, pero si era raro.

Relaja su cuerpo, ya confiado de que el otro se encargue de sujetarlo y evitar que se desplome en el piso. Además estaba tan cómodo sobre el cuerpo del chico.

Usa ambas manos para continuar acariciando el cabello del contrario, buscando tímidamente, y sin separarse de sus labios, el rizo. Le da un poco de vergüenza tocarlo al principio, pero lo hace de todas maneras, despacio, con la llema de los dedos, aunque luego ya deja de importarle, y simplemente lo acaricia con más confianza, aún así guardando delicadeza.

Perdí un poco la timidez y metí mi lengua en su boca. Quizás era por los dulces que había comido, o quizás es que así era él, pero su boca era tremendamente adictiva y dulce. Gemí un poco entre el beso y las caricias en mi pelo que poco a poco se acercaba a ese rizo. Intenté enfocarme en acariciar su lengua con la mía, no parecía muy experimentado pero no me importaba, yo le enseñaría.

Nuestros cuerpo estaban pegados y yo estaba prácticamente sosteniendo el de él. No me jodía, es más, me gustaba. Me gustaba que sean sumisos. Gemí mientras lo besaba cuando sentí que tocaba el rizo tímidamente con las yemas de sus dedos. Acaricié su espalda de arriba a abajo. Luego pareció tomar un poco más de confianza y lo acarició más. Abrí mi boca como para tomar aire y lo miré a los ojos despegándome apenas milímetros de sus labios –F…F-Feli… sí…- musité antes de volver a besarlo un poco más profundo.

No, Dios… me lo iba a violar ahí mismo si seguíamos así… Ok, sigamos así. Pasé una mano a sus cabellos e imité la tímida caricia con las yemas de mis dedos en su rizo y ni bien empecé a sentir sus gemidos lo toqué un poco más a la vez que pegué mi cadera contra la suya. Y bueno, mi cuerpo también reaccionaba a los estímulos…

La lengua de Martín invadía cada vez más su boca, era muy placentero, pero a la vez un poco desesperante por el hecho de no saber cómo reaccionar. Además, prácticamente lo estaba dejando sin aire.

Se estremece un poco al escucharlo gemir de manera parecida a la que lo había hecho él anteriormente, aunque claramente más suave. Quizás ya estuviera acostumbrado.

Aprovecha el que se separa de él para poder respirar y mirarlo, esta vez dejando ver levemente sus ojos. Aunque poco tiempo puede hacerlo, ya que nuevamente estaba siendo prisionero de los deliciosos labios del argentino.

Con la misma inseguridad que acariciaba en principio el rizo del rubio comenzó a mover su lengua, imitando de forma tímida los movimientos que éste iba haciendo. Es un poco torpe, y se le nota la poca experiencia en el rubro, pero de a poco va haciendolo con más soltura.

Gime suave sobre la boca de Martín cuando este vuelve a acariciar su propio rizo, esta vez de manera más suave, por lo que no alza demasiado la voz.

- V..ve.... Martín... - Susurra, medio gimiendo, pero volviendo a unir sus bocas. Realmente le gustaron mucho ese tipo de besos. Vuelve a gemir cuando siente las manos del mayor haciendo rozar sus caderas. Eran demasiadas sensaciones buenas juntas, por lo que trata en la medida que puede de separarse un poco, ya que sentía que en cualquier momento iba a desmayarse del placer. Pero entre que desde ya él es débil y que las pocas fuerzas que puede llegar a tener ya están perdidas por ahí...